El amor no está en las palabras sino en los hechos

Empiece por usted mismo a buscar la paz dentro de su corazón, liberándose de toda forma de odio y resentimiento, incluso hacia aquellos que le desean el mal

Papa Francesco

Desde el 1 de enero de 1968, la Iglesia celebra una Jornada Mundial de la Paz. Muchas cosas empezaron en ese año, que también marcó un cambio de época y, sobre todo, la explosión de una revolución antropológica que asoló a dos generaciones.

La guerra ya no reaparece como durante las dos guerras mundiales, sino en numerosos conflictos locales y regionales, dando paso a la tercera guerra mundial “a pedazos”, como nos recuerda a menudo el Santo Padre Francisco.

Pero, sobre todo, en 1968 se manifiesta una guerra particular, que tiene como objetivo al hombre, su naturaleza y el propósito de su vida. Desde entonces, las razones por las que la gente vive han cambiado radicalmente: nacer y educarse en el seno de una comunidad, trabajar para formar una familia, reconocer una deuda con las generaciones anteriores se convierten en principios cada vez más obsoletos.

La gente nace y se casa cada vez menos, según una reducción demográfica constante año tras año, y mientras tanto desaparecen los principales puntos de referencia en la vida de la mayoría de las personas en las comunidades nacionales, al menos en Occidente: el carácter sagrado de la vida, la centralidad de la familia, las certezas de la religión.

Por ello, el Papa Francisco recordó un punto fundamental sobre la paz cuando se reunió con la Curia Romana para felicitar la Navidad: la paz “comienza en el corazón de cada uno de nosotros. Mientras sufrimos el fragor de las guerras y la violencia, podemos y debemos aportar nuestra contribución a la paz tratando de arrancar de nuestros corazones toda raíz de odio y resentimiento hacia nuestros hermanos y hermanas que viven junto a nosotros”.

Puede sonar a la típica cháchara bienhechora, pero en realidad se trata de lo que cada persona puede hacer concretamente. No significa mirar hacia otro lado y no ver y juzgar los conflictos: hay guerras en todos los continentes, en Ucrania, en Europa; el Papa nunca ha dejado de decir la verdad sobre esta guerra, sobre los que invaden y los que son invadidos, evocando el derecho a la autodefensa.

Pero tampoco ha dejado de suplicar a los poderosos del mundo que “busquen la paz” silenciando las armas y liberando al pueblo ucraniano de la insoportable carga del asedio al que está sometido.

Pero hoy nos repite a cada uno de nosotros, pidiéndonos que seamos concretos porque el amor no está en las palabras sino en los hechos, como nos recuerda San Ignacio en los Ejercicios Espirituales: empieza por ti mismo a buscar la paz dentro de tu corazón, liberándote de toda forma de odio y resentimiento, incluso hacia aquellos que te desean el mal.

Si se pusieran en práctica, serían pasos importantes en el camino hacia la paz, para nosotros mismos y para nuestro bienestar espiritual, pero también para el cese de la guerra en Ucrania y en otros lugares.

Salir de la versión móvil