Aprender a amar: descubrir el amor
El olvido de lo que implica amar constituye uno de los males más destructivos de nuestra época. Una de las causas principales del desencanto y la crispación que afectan a bastantes de nuestros contemporáneos.
Y es que, desterrado, confundido o desnaturalizado el amor, se esfuman con él la felicidad y la dicha (e incluso la salud mental, como puede comprobarse hoy día).
Por eso, si aspiramos a levantar e ir consolidando una civilización más sana, consistente, alegre y esperanzada, hemos de empezar por elevar, en este aspecto concreto, la categoría humana del conjunto de la sociedad.
· Es decir, hemos de aprender nosotros mismos y ayudar a que los demás también aprendan lo que es amar, en la teoría y en la práctica.
· Hemos de mejorar nuestro conocimiento del amor y nuestro modo de vivirlo y procurar que otros muchos también lo hagan.
El olvido de lo que significa amar constituye uno de los males más hondos de nuestra cultura: desterrado, confundido o desnaturalizado el amor, se esfuman con él la felicidad y la dicha.
Primero, en la teoría (aunque nunca al margen de la vida)
Para comenzar, todos habremos de tener claro que:
· Lejos de difuminarse, hasta casi diluirse, en esos efluvios sentimentales a los que a menudo se lo reduce…
· Lejos de constituir tan solo una función de pura fisiología o incluso de mera química, que sin duda intervienen en las relaciones de pareja, en las de amistad, entre los hermanos y entre padres e hijos…
· Lejos de reducirse a un mero estímulo para el placer o la autorrealización egocéntrica, a una suerte de egoísmo a dos, aparentemente compartido…
Lejos de todo eso, el amor está esencialmente constituido por un acto de la voluntad.
· Un acto denso, recio y estable, que pone en fecunda tensión a toda la persona.
· Un acto con el que se busca, se da vida y se ofrece el bien al ser querido.
· Una decidida decisión, profunda, constante y renovada de ayudar a ser feliz a quien amamos: casi, casi una obsesión.
El núcleo del amor es un acto de voluntad, recio y duradero, que descubre, confecciona y entrega el bien del ser querido.
La descripción de Aristóteles
Para comenzar a esclarecer el maravilloso misterio del amor, podemos acudir a la descripción que nos ofrece Aristóteles en su Retórica.
Nos dice allí el filósofo griego que amar es «querer el bien para otro en cuanto otro».
Tres elementos, íntimamente ligados, compondrían la realidad que andamos buscando:
- Querer
- El bien
- Para otro (en cuanto otro).
Un ligero comentario de cada uno de estos componentes nos situará en la vía adecuada para intentar comprender, con más precisión y hondura, la naturaleza del amor.
Lo haremos en artículos sucesivos.
Amar es querer el bien para otro, precisamente en cuanto otro.
Una “decidida decisión” —casi una obsesión— por ayudar a ser feliz a quien amamos.