Habiendo nacido en Europa occidental, me educaron como la inmensa mayoría de los europeos con respeto a las armas de fuego en general: es un instrumento de muerte, es malo, solo deben tener acceso a ellos los profesionales para deporte o para casos extremos.
El punto de vista más común de los cristianos en esta región del mundo va en este sentido, añadiendo el mandamiento «No matarás» (Ex 20,13) o las palabras del Señor: «Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.» (Mt 5,39).
Hace varios años, un amigo católico maronita libanés que se había mudado en mi país me mostró algunas fotos de sus familiares viviendo en Líbano.
En algunas de ellas pude apreciar varios de sus familiares cristianos posando para unas fotos con rifles de asaltos y otras armas de fuego.
Sobre estas armas eran pegadas varias imágenes piadosas de la Virgen María, San Miguel Arcángel y San Chárbel Markhlouf (patrono de Líbano).
Obviamente, con mi mentalidad de cristiano europeo promedio, me ofusqué y me atreví a juzgar, diciendo «¡cómo es posible asociar estos instrumentos de muerte con Dios y con los santos!». Mi amigo me explicó con calma la situación, y me hizo cambiar por completo mi punto de vista al respecto después de investigar un poco mas estos asuntos.
Me explicó que en Líbano, los cristianos son una minoría y viven generalmente en pueblos y áreas aparte del resto de los ciudadanos.
Es un país donde había muchos conflictos civiles armados, incluso guerras civiles.
En ocasión de estos conflictos, era lamentablemente común que grupos armados de musulmanes radicales se aprovechen del caos para asaltar a barrios y pueblos cristianos.
Cuando esto acontecía, los hombres cristianos eran asesinados en su mayoría, antes o después de presenciar las violaciones sexuales de sus esposas, madres e hijas.
«En el yihad está permitido causar daño al enemigo: se le puede quitar la vida, privar de libertad o requisar sus propiedades». Hay consenso lymac de todas las escuelas legales en permitir la esclavización de los politeístas o de la “gente del libro” –cristianos y judíos-, con la única excepción de los monjes1.
«Las cuestiones en las que las mujeres intervienen activamente debían de ser poco frecuentes, siendo habituales, sin embargo, los casos en que éstas eran consideradas bienes que se debían repartir como parte del botín (2)».
Y con las mujeres siendo parte del botín, la ley islámica tradicional permite a los hombres musulmanes mantener relaciones sexuales con sus esclavas. 3, 4
.
Mi amigo libanés me comentó que, si bien un cristiano puede escoger el camino del martirio, también tiene el deber de defender a los suyos y su forma de vida. La misericordia no borra la necesidad de justicia. Los cristianos SOMOS PACIFICOS, NO PACIFISTAS.
Me dice que sus familiares piden a Dios en su oración que nunca tengan que usar estas armas de forma activa, que Dios los proteja del mal.
Nunca usarían estas armas, me comentó mi amigo, por otros fines que defender a su familia. Pero si los asaltantes musulmanes regresan, pues ya están preparados para cumplir con su deber de padres, maridos y hermanos.
Más bien, desde que los cristianos de este país se han armado, han disminuido notablemente los hechos de violencia contra ellos.
Investigando un poco, después de esta conversación, descubrí el pensamiento de Santo Tomás de Aquino, quien comenta al respeto que «presentar la otra mejilla» no es un llamado de parte de Cristo a la pasividad de los cristianos.
Los pasajes de la Sagrada Escritura deben entenderse a la luz de toda la Sagrada Escritura, de Cristo y de los santos. El Aquinate se basa en el Evangelio de San Juan(18,23), cuando Jesús se dirige al guardia que lo golpeó.
Evoca también el viaje de San Pablo en los Hechos de los Apóstoles (16,22). “Cristo no puso la otra mejilla en ese momento, ni tampoco
San Pablo. Por lo tanto, no debemos pensar que Cristo nos ordenó poner físicamente la mejilla a quienes hubieran herido al otro”.
Cuando Pablo en Hechos 23,3 fue golpeado, no permaneció en silencio, sino que advirtió a su atacante del juicio y castigo divino.
¿Cómo seguir el ejemplo de Cristo al respeto? Entonces, ¿Cómo podemos entender la expresión “poner la otra mejilla” siguiendo el ejemplo de Jesús y los santos?
Evidentemente, no puede tratarse de una indiferencia pasiva ante el mal o de una falsa inercia, especialmente cuando los tesoros de la fe y de la razón están en grave peligro, o cuando el inocente e indefenso está por sufrir un daño grave.
Santo Tomás de Aquino nos muestra el camino: Hacer una interpretación literal del Sermón de la Montaña significa en realidad malinterpretarlo. Sin embargo, este precepto exhorta más bien a estar dispuestos a soportar, si es necesario, cosas similares o incluso peores, sin rencor hacia el agresor.
Nuestro Señor nos enseña, con la palabra y el ejemplo, a no sucumbir al mal, sino a resistirlo luchando contra la tentación de odiar a quien lo hace.
Sí, como nos dice Jesús, debemos amar a nuestros enemigos y orar por quienes nos persiguen. Esta es una tarea que debemos cumplir. Pero esta obligación no nos exime de proteger a los más débiles, de resistir al mal o de defender lo que Cristo ha confiado a su Iglesia, que Él mismo fundó.
La espada, un arma también, ha sido un símbolo de la defensa de la fe y de los oprimidos a lo largo de siglos de la cristiandad.
Algunos me dirán quizás, que si bien hay un derecho a defenderse y defender a otros como lo acabamos de demostrar, hay una prohibición de matar por parte del creyente, expresada por el mandamiento divino en el libro del Éxodo (20,13), y que por ende el uso de armas de fuego, por la tasa de mortalidad de aquellas, debe prohibirse.
Es obvio que la intención y motivación del uso de las armas nunca debe ser de matar o de dañar. Esto sería actuar en contra del mandamiento divino.
La motivación para el uso de un arma contra personas solo puede ser la defensa propia o de los más vulnerables.
Además, la traducción más usada del famoso mandamiento no es la más correcta. Dice generalmente «¡No matarás!», pero la traducción más correcta es más bien «¡No asesinarás !».
En el hebreo original la palabra utilizada es “ratsahh”, que literalmente significa “romper” o “hacer añicos”. “Ratsahh” generalmente se aplicaba al acto de quitar una vida humana ilegalmente, contrario a la ley de Dios.
Note las cosas que se mencionan asociadas con ello en Oseas 4,2 “Hay la pronunciación de maldiciones y práctica de engaño y asesinato y robo y perpetración de adulterio que han estallado, y actos de derramamiento de sangre han tocado a otros actos de derramamiento de sangre”. (Jer 7,9)
No todo caso de quitar una vida humana se consideraba ratsahh (asesinato). Después del diluvio Dios le dijo significativamente a Noé: “Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su propia sangre, porque a la imagen de Dios hizo él al hombre”.
Sí, aun antes de dar a Israel un código de leyes, Dios permitió la pena capital. “El derramar la sangre del hombre” por medio de asesinarlo era lo que el mandamiento prohibía.
Como lo mencionan tanto la tradición judía como la tradición cristiana, nunca debemos tener intención primera de matar o dañar al prójimo, pero sí tenemos el deber de defender la justicia y los oprimidos. En algunos casos, lamentablemente este deber de defender nos lleva a herir o incluso quitar la vida de otro ser humano.
Es triste; debemos rezar por ellos e intentar no tenerles odio. Pero esto no nos quita ni el derecho ni el deber de actuar en favor del bien y de la justicia.
1 MUJERES CAUTIVAS EN “LA TIERRA DEL ISLAM” Cristina DE LA PUENTE* (2007) CSIC, Madrid
2 Véase un estudio detallado de “las mujeres como propiedad” en al-Andalus en Marín (2000), 379-94
3 Saad, Salma (1990). The legal and social status of women in the Hadith literature. p. 242.
4 William Gervase Clarence-Smith (2006). Islam and the Abolition of Slavery. Oxford University Press. p. 27