Hablando el pasado septiembre en la conmemoración del 75 aniversario de las Naciones Unidas, el Secretario General António Guterres observó que la ONU “es tan fuerte como el compromiso de sus miembros con sus ideales y entre ellos mismos”. Esa declaración es llamativa no por lo que dice sino por lo que no dice al omitir la el verdadero fundamento por el que se creó, en 1948 la sociedad de las Naciones Unidas: “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
Al declararlo, los reconocidos redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no dejaban ninguna duda sobre lo que querían decir con el término Familia. “Como se refleja en los precisos y cuidados términos de la Declaración Universal”, tal como observó el difunto profesor Richard Wilkins, “la familia no es simplemente una construcción de la voluntad o la imaginación humana. La familia tiene una conexión profundamente importante con la naturaleza” que “comienza con las realidades de la reproducción… y se extiende a las fuerzas que dan forma a la civilización misma…. La familia, en resumen, es la “unidad grupal natural y fundamental de la sociedad” precisamente porque la creciente evidencia atestigua que la supervivencia de la sociedad depende de los resultados positivos derivados de la unión natural de un hombre y una mujer”.
Eleanor Roosevelt, que desempeñó un papel fundamental en la redacción de la declaración como presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, esperaba fervientemente que se convirtiera en “la Carta Magna internacional de todos los hombres de todas partes” y sirviera como “un común estándar de logros para todos los pueblos de todas las naciones”. Y así comenzó a ser cómo más de cien naciones alrededor del mundo siguieron su ejemplo, declarando en sus Constituciones – como se ve en la nuestra Declaración de la Familia Mundialla misma verdad eterna de que la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad, ya sea definida como unidad, núcleo, célula, base, cimiento, piedra angular, o por alguna otra iteración colorida.
Mientras tanto, las propias Naciones Unidas seguían adelante con su compromiso con la familia, como se vio en su Declaración de los Derechos del Niño insistiendo en que los niños deben tener la oportunidad de “desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente de manera sana y normal y en condiciones de libertad y dignidad” y, “siempre que sea posible”, [to] crecen al cuidado y bajo la responsabilidad de su [or her] padres”. Y en varios tratados y conferencias de la ONU, se repitió el papel de la familia como unidad grupal natural y fundamental de la sociedad. Un paso más allá se dio en 1994 cuando la ONU comenzó a declarar cada 15 de mayo el Día Internacional de la Familia, y celebró ese mismo año como el Año Internacional de la Familia.
Fue en 2004, en el décimo aniversario del Año Internacional de la Familia, cuando la Asamblea General escuchó al representante de los Estados Unidos, Wade Horn, presentar una de las afirmaciones más poderosas de la familia jamás pronunciada en las cámaras de las Naciones Unidas desde la redacción de la D.U.D.H.: “La familia es una comunidad universal e irremplazable, arraigada en la naturaleza humana y la base de todas las sociedades en todo momento”. Como cuna de la vida y el amor de cada nueva generación, la familia es la principal fuente de identidad personal, autoestima y apoyo a los niños. También es la primera y principal escuela de vida, excepcionalmente adecuada para enseñar a los niños integridad, carácter, moral, responsabilidad, servicio y sabiduría…. La principal obligación del Estado… es respetar, defender y proteger a la familia como institución”.
Los que estuvimos presentes ese día fuimos muy conscientes de que esas palabras no encajaban bien con muchos de los oyentes, pues para entonces las Naciones Unidas, en manos de ONG que la financiaban generosamente, habían empezado a renegar de su compromiso de proteger a la Familia. Un importante punto de inflexión había llegço en 1994 con la conferencia de El Cairo sobre población y desarrollo, seguida al año siguiente con la conferencia de Beijing sobre mujeres. A pesar de las numerosas reservas expresadas por varias naciones como condición para lograr un consenso conjunto en los documentos finales, se empezó a aplicar una presión cada vez mayor durante los años siguientes para que esas naciones se fueran adaptando a los principios anti-familia y anti-vida impulsados desde las Naciones Unidas. Dos delegados en dos ocasiones diferentes de dos países diferentes me dijeron cada uno con palabras casi idénticas, “¡La ONU está destruyendo las familias!” Otra delegada salió de una tensa sesión de negociación y comentó que su país acababa de ser amenazado con la retención de una ayuda si no votaba de la “manera correcta” en una cuestión polémica que afectaba a la infancia. Añadió inmediatamente que ni ella ni su país se someterían a tales amenazas.
La intensidad de las batallas sobre la vida y la familia en las conferencias y comisiones de la ONU es difícil de imaginar para cualquiera que no haya estado allí en persona, pero Gabriele Kuby nos lo resume así: “Dentro de unas pocas décadas [of its founding]la ONU se ha convirtido en una institución que usa su poder y sus recursos para cambiar la idea de la humanidad tal y como se declara en la Declaración de los Derechos Humanos con el fin de reemplazar los valores morales universales por unos “valores” postmodernos relativistas como fundamento de la cultura…. Hoy en día la ONU -y sus poderosas suborganizaciones- luchan por la disolución de la identidad sexual de hombres y mujeres [and]
El Presidente Trump hizo historia al enfrentarse a la ONU cuando advirtió a la Asamblea General, “los burócratas globales no tienen absolutamente ninguna legitimidad atacando la soberanía de aquellas naciones que desean proteger la vida inocente”. Su administración entonces exigió que el Secretario General “elimine las referencias a la ‘salud sexual y reproductiva’ y sus derivados” del Plan de Respuesta Humanitaria Global anunciado que fue “introducido[ting] con una clara intención. Las agencias de la ONU ya no pueden reinterpretar y malinterpretar el lenguaje sin rendir cuentas”. La administración también llevó a cabo en la histórica 32-nation Declaración de Consenso de Ginebra que afirma que “todo ser humano tiene el derecho inherente a la vida”, y “la familia es el grupo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y el Estado”. Y el informefinal de la Comisión de Derechos Inalienables condenó la perniciosa práctica -que prolifera en las Naciones Unidas- de socavar los derechos fundamentales en nombre de los derechos: “El esfuerzo por cerrar el debate legítimo mediante la refundición de preferencias políticas discutibles como imperativos fijos e incuestionables de los derechos humanos promueve la intolerancia, impide la reconciliación, devalúa los derechos fundamentales y niega los derechos en nombre de los derechos”.
Con el nuevo gobierno de Biden, los Estados Unidos hacen un guiño a la UE y a las poderosas ONGs cómplices de la ONU que fomentan la revolución sexual mundial. ¿Es tan problemático? Si, como el historiador Will Durant menciona, “La familia ha sido el fundamento último de toda civilización conocida por la historia”, así no sorprende oír lo que Michael Novak, ex embajador de EE.UU. en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, explicó: “Lo que fortalece a la familia fortalece a la sociedad”. ¿Y cómo se puede fortalecer la familia? Novak responde: “El papel de un padre y una madre, y de los niños con respecto a ellos, es el centro absolutamente crítico de la fuerza social” y la condición sine qua non de la civilización, ya que “a lo largo de la historia, las naciones han sido capaces de sobrevivir a una multiplicidad de desastres -invasiones, hambrunas, terremotos, epidemias, depresiones- pero nunca han sido capaces de sobrevivir a la desintegración de la familia”. Los invitamos a unirse a la IOF (Organización Internacional de la Familia) en este momento tan crítico en que vivimos para rearmar a los líderes del mundo con lo que el Papa Francisco define como el “mayor tesoro”, la familia.