Durante muchos años he estado dando clases de religión católica en un centro público español y he podido comprobar cómo la censura ideológica ha ido tomando fuerza.
Salvo en un par de ocasiones en la que me he tenido que enfrentar al claustro por defender mis ideas en contra de la dictadura del género, no he tenido mayores altercados. Había una cierta tensión, pero se podía sobre llevar. Eso hasta hace unos días en el que he recibido la amenaza de sanción por falta muy grave al considerarse que a unos alumnos de mis clases de religión católica he dicho algunas cosas, que, según la normativa, son discriminatorias. Y según la opinión personal de la directiva es adoctrinamiento.
En concreto, según el Boletín Oficial del Estado español, en el Real Decreto Legislativo 5/2015, de 30 de octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del Estatuto Básico del Empleado Público, en el artículo 95 sobre las faltas disciplinares, se me acusa como falta muy grave el haber realizado una actuación que supone discriminación por motivos de orientación sexual.
Para entender un poco el contexto explicaré lo acontecido:
Tras explicar a mis alumnos de 6º de primaria, de religión católica, el sacramento del matrimonio cristiano, dejé un tiempo para que me expusieran sus dudas. Como es de suponer, sus preguntas, entre otras, iban en una línea muy concreta: ¿Qué pasa si una pareja no se casa? ¿Y si tienen hijos? ¿Y los homosexuales que se casan y adoptan hijos?
Yo, como maestra de religión católica les di las respuestas que, según el Magisterio de la Iglesia debía de darles, siempre intentando emplear un lenguaje acorde a sus edades de 11, 12 años.
Como suele ocurrir en todas las clases, algunos tenían un lenguaje y conocimientos del tema de la sexualidad y la homosexualidad mayor del que se espera a esas edades, consecuencia, supongo, de que tienen acceso a páginas de internet o redes sociales donde estos temas aparecen incesantemente.
Pero la respuesta, la cual en varias ocasiones les advertí era la de la Iglesia católica, se ve que a algunos no les convenció, por lo que al día siguiente que volvíamos a tener clase, se continuó el asunto. No se ha de dudar que la Iglesia nunca discrimina ni ataca a la persona, si no que denuncia el pecado, y eso es lo que yo hice, respetando siempre el que otras personas piensen de otra manera.
Mi sorpresa fue cuando un día después, me llaman a dirección y me muestran un folio con varias frases escritas por una alumna que había copiado mientras yo explicaba mi clase.
Algunas eran ciertamente de mi cosecha, otras tergiversadas o sacadas de contexto y otras totalmente inventadas.
El asunto se centró en dos cuestiones: el decir que no es natural que dos homosexuales tengan hijos y que el aborto es un asesinato.
Esos niños, están más que hartos de escuchar hablar de violencia de género, de los asesinatos de los hombres hacia las mujeres… así que ese término en cuestión, no les iba a sorprender. Tras explicarles que el sentido del matrimonio es inseparable de la fecundidad y que ese hijo que está creciendo en el seno de una madre es un Hijo de Dios, les dije que está vivo y tiene derecho a nacer.
Tampoco les gustó a algunos que les dijera que hay estudios realizados hace décadas que manifiestan los beneficios en muchos aspectos de un niño criado por padre y madre, que por homosexuales o sólo uno de ellos. Esto, según me dijeron en dirección, no forma parte de la asignatura de religión católica, por lo que, aunque me pregunten, no puedo responderles.
El asunto más grave de todo esto es que no tengo libertad para explicar la verdad del matrimonio y la familia cristiana, porque resulta que es una falta muy grave por ser discriminatorio. Yo, ingenuamente, pensé que estaba libre de la dictadura ideológica del género, respaldada por mi asignatura, pero resulta que se meten hasta en mi aula y me exigen que muestre las fuentes de la Iglesia en las que se basan mis respuestas. Es más, los propios alumnos son los que tienden la trampa para denunciar al maestro ante los padres y ante dirección.
Y lo más triste de todo es que o esquivas esta censura, obedeciendo fielmente y callando las verdades, diluyendo, por tanto, el mensaje de la Iglesia católica, o corres el riesgo de perder tu empleo.
Los progresistas de mi colegio celebran una vez más que se me haya tapado la boca y los padres, supuestamente cristianos, aplauden esta actuación escandalizados de mis palabras, creyendo más a unos críos de 11 años que lo que yo les hubiera podido explicar si se me hubiera brindado la oportunidad.
Pena me da cuando estos niños tengan unos cuantos años más y sus padres vean asustados las ideas tan radicales de sus hijos y tan contrarias a los que ellos creían que les estaban enseñado.
Esto es lo que tenemos en los colegios: hablar de homosexuales y aborto, sí se puede, pero siempre defendiéndolos, aunque la ciencia diga que dos personas del mismo sexo de forma natural no pueden tener hijos o que el aborto es matar a un ser vivo.
Pero ya sabemos que la dictadura ideológica del género no entiende de argumentos científicos, tan sólo se valen de los sentimientos y atacarán como fieras si se sienten ofendiditos.
Comparte para que otros padres y maestros sepan lo que se cuece dentro de muchos centros escolares.
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