Lo mejor del Ejército español toma la frontera marítima y terrestre para controlar la situación, respondiendo con nobleza cristiana a la tiranía del rey alahuí, salvando a cientos de seres humanos de una muerte segura.
Es directamente Mohamed VI, sucesor de Mahoma y rey de los marroquíes, quien agrede a los españoles, quien ofende profundamente la soberanía nacional de la nación, permitiendo que miles de jóvenes y niños, pero también mujeres con bebés y ancianos, penetren libremente en nuestro territorio.
El rey moro es el responsable directo de exponer a su pueblo como escudos humanos, como ya hizo su padre con la Marcha Verde en el Sáhara, el año 1975. Una cobardía sin igual, impropia de un gobernante, pero muy propia de su ralea.
Los guardias fronterizos marroquíes se retiraron, incluso abrieron las puertas de las verjas, y las multitudes penetraron por tierra y mar. Desaparecieron del entorno fronterizo. No controlaron a su propia población, desesperada por la miseria, incluso facilitaron los traslados masivos a las poblaciones colindantes con Ceuta.
Bebés ateridos de frío en el agua, ancianas desfallecidas cargadas de fardos, niños llorando que han perdido a sus madres, personas ahogadas a pocos metros de la playa… Ceuta, la ciudad española norteafricana, ha sido invadida civilmente estos días por miles de marroquíes, lanzados al mar por un régimen tiránico y corrupto.
Y todo por venganza debido a una situación diplomática delicada, mal llevada por el incapaz gobierno sanchista: la acogida de un líder saharaui en un hospital español, que dicho sea de paso, España tiene una deuda moral histórica con el Sáhara occidental -que nunca ha sido parte de Marruecos y éste se lo quiere anexionar ilegalmente de facto, ocupándolo militar y poblacionalmente, como es costumbre en su política- que es una antigua provincia española, donde muchos ciudadanos aún conservan el documento de identidad español, como vestigio y prueba de su orgullosa ciudadanía.
La propia embajadora en España, perteneciente además a la Familia Real marroquí, dijo días atrás que “determinadas acciones tendrían sus consecuencias…”, aludiendo a ese acogimiento, más o menos acertado por parte del Gobierno español, del líder saharaui rebelde.
Pero no nos engañemos, la razón profunda de esta intolerable agresión es el conflicto secular que tiene la Media Luna con la Cruz: la Yihad, la Guerra Santa propiciada por el Corán. Ese continuo afán expansivo, reafirmación de un territorio que ellos creen suyo, y que va desde centro-europa a centro-asia y a centro-áfrica. Y no cerremos los ojos: América entera es para ellos una extensión de Al-Ándalus, su imperio medieval hispano. Su “guerra a la Reina Católica” conlleva la futura conquista musulmana, primero de las Islas Canarias, y luego de Hispanoamérica. Y ya están allí…
Es un conflicto que ha tenido a lo largo de la historia muchos aspectos, períodos, situaciones… y sigue teniendo en la actualidad múltiples caras, de las cuales el terrorismo es la más llamativa y dolorosa. Pero lo que ha pasado, lo que está pasando en estos momentos en Ceuta, es un terrorismo de guante blanco. Un atentado al derecho internacional y una traición de un supuesto (hoy nadie en España se lo cree ya) “amigo del sur”.
Este “amigo”, que lo es en verdad, y servilmente, de los EEUU y de Francia, por encima de España, es un reino de reciente creación, gobernado tiránicamente por una “dinastía descendiente de Mahoma”, pero que mantiene a su pueblo en la miseria, mientras la casta gobernante, la Familia Real, disfruta de prebendas y riquezas.
Esa es la pura verdad. Un país con una democracia-fake, ficticia, donde el partido del gobierno siempre controla a la población, donde al rey se le venera como un auténtico señor de taifa medieval. Y donde a los cristianos, a pesar de disfrutar de una aparente libertad, se les sigue persiguiendo y poniendo trabas, cuando no son directamente encarcelados. Es un país -mucho más joven que nuestras europeas y centenarias Ceuta, Melilla y Canarias, que siempre han pertenecido a España- donde la corrupción impera y del cual todos quieren salir.
Del monarca Mohamed VI se dice que es aficionado a acompañarse en privado de jóvenes efebos. Y que sus posesiones y riquezas son incontables… mientras su pueblo perece en el mar en busca de un futuro mejor.
Pero ¿con qué se encontraron los niños y jóvenes que saltan la alambrada o la rodean a nado, o en flotadores, débiles embarcaciones, e incluso botellas de plástico a modo de balsas? Pues con un ejército, una policía y unos servicios de protección de un país moderno, perteneciente a la civilización occidental judeocristiana, que saben salvar vidas, dar cuidados, ofrecer una mano, tener compasión… Como es el caso del guardia civil que cuenta cómo salvó a un bebé de una muerte segura. Es la respuesta cristiana a la cobardía, la traición y la falta de moral de Mohamed VI, descendiente del Profeta…
Si. Lo mejor del Ejército español, legionarios y regulares, han tomado la frontera marítima y terrestre para controlar la situación, respondiendo con nobleza cristiana a la tiranía del rey alahuí, salvando a cientos de seres humanos de una muerte segura. Ofreciendo seguridad ante la inseguridad, valentía ante la cobardía, gallardía ante el desaire, y fortaleza ante la debilidad de un régimen corrupto.
Nada más despreciable que un monarca lanzando como escudos humanos a niños, mujeres y ancianos. Nada más deplorable que un déspota hundiendo a su pueblo en la miseria. Nada más cobarde que un Jefe de Estado refugiado en su mansión con sus lúdicos y conocidos por todos entretenimientos, mientras los pobres se ahogan, literalmente, en el mar.
Con eso tiene que bregar la Unión Europea, frontera con su reino. Ese y no otro es nuestro vecino.
Las fronteras se defienden, está en el derecho natural, el “derecho de fronteras”. Y se defienden con la fuerza si es necesario. Pero cuidado: los niños y adolescentes que hoy vagan por Ceuta no son nuestros enemigos. Son víctimas, lo mismo que los ciudadanos ceutíes, entre los que tengo buenos amigos, de un régimen anacrónico, basado en una religión bélica y absolutista. Reto a quien sea a que demuestre lo contrario.
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