Una “Iglesia de refugiados”. Este es el nombre que la ONG “Open Doors” da al fenómeno de los cristianos que huyen de la persecución. Esto se denuncia en la Lista de Vigilancia Mundial 2022 presentado ayer en Italia, en la Cámara de Diputados. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) señala que unos 84 millones de personas fueron desplazadas por la fuerza en 2021, 26 millones de ellas fuera de las fronteras de su propio país. Pues bien, entre estos desplazados, muchos son cristianos que huyen de la persecución.
Escapar de la violencia islamista
“Cientos de miles”, señala Puertas Abiertas, “se ven afectados por la violencia islamista (en la región del Sahel) o huyen del reclutamiento forzoso (Eritrea), del conflicto civil (Sudán), de la represión estatal (Irán) y/o de la opresión familiar debido a su fe. La mayoría permanecen en su propia región, desplazados dentro del país o como refugiados en los países vecinos”. Según una investigación de Open Doors, en varias partes del África subsahariana “la población cristiana ha desaparecido prácticamente”. La organización cita por ejemplo, el noreste de Kenia y enumera cientos de iglesias cerradas en Burkina Faso, Mali y Níger, “a las que se han añadido 470 este año sólo en Nigeria”.
Los que se quedan en casa
Muchos desplazados y refugiados cristianos siguen viviendo en Irak, Siria, Líbano y Jordania. “Si son una minoría en sus países de origen”, afirma el informe de Puertas Abiertas, “denuncian vulnerabilidades adicionales cuando se encuentran en campos de desplazados y refugiados: pueden sufrir discriminación (especialmente si son antiguos musulmanes convertidos a la fe cristiana) por parte de los funcionarios e incluso se les puede negar la asistencia humanitaria y otras ayudas prácticas.”
Violencia sexual
Las mujeres cristianas afirman que su principal fuente de persecución es la violencia sexual. Los investigadores de Puertas Abiertas han recibido “informes de mujeres y niños sometidos a violaciones, esclavitud sexual, abusos deshonestos y más, tanto en los campamentos como, sobre todo, cuando viajan en busca de seguridad”. La pobreza y la inseguridad agravan su vulnerabilidad, obligándolas a prostituirse para sobrevivir. Por estas y otras razones, muchos refugiados cristianos prefieren evitar por completo los campamentos, lo que significa no registrarse, no tener derecho a la ayuda alimentaria, al apoyo traumático, a la escolarización de sus hijos”.