En los últimos 60 años, la civilización occidental ha entrado en una espiral de muerte. Miles de años de sabiduría y experiencia occidentales se han echado por la borda en unas pocas décadas. ¿Cuáles han sido los principales motores de este colapso? Algunas reflexiones….
- La desaparición de la sexualidad tradicional y de la familia. Desde 1960 se han disparado en los países occidentales las tasas de divorcio y de nupcialidad. De hecho, en Estados Unidos durante este periodo la tasa de ilegitimidad se multiplicó por 8 (del 5% al 40%) y la tasa de divorcios se duplicó. Y como ha escrito Mary Eberstadt en su libro “Cómo Occidente perdió a Dios”, al derrumbarse la familia, se derrumban también las religiones judía y cristiana subyacentes a la civilización occidental.
- La toma de las “alturas de mando” de la cultura occidental a partir de los años 90 por los radicales de los 60. La mayoría de los estudiantes radicales de los años sesenta procedían de familias acomodadas, tenían un alto nivel educativo y eran muy ambiciosos. Después de trabajar discretamente en las principales instituciones productoras de cultura (Hollywood, los medios de comunicación, el mundo académico, el mundo editorial, las grandes empresas, etc.) en los años setenta y ochenta, estos radicales se convirtieron en los jefes de estas instituciones a partir de los años noventa y han estado infundiendo su ideología de izquierdas en ellas desde entonces.
- En relación con el punto 2 anterior, la crítica de las élites occidentales de izquierdas a la civilización occidental -y a la cosmovisión judeocristiana que la sustenta- como una civilización de racismo, sexismo, colonialismo, homofobia, etc. Estas élites sólo destacan los defectos de Occidente e ignoran sus grandes logros.
- Derriban las estatuas de los héroes occidentales y reescriben los libros de historia para promover su retorcida narrativa. Occidente malo, no Occidente bueno.
- La llegada masiva de inmigrantes no occidentales a los países occidentales. Para ser “inclusivas” y “acogedoras” con sus poblaciones inmigrantes, las élites occidentales han decidido restar importancia a la experiencia y las ideas occidentales en sus países.
- En relación con los puntos 2 y 5 anteriores, el crecimiento de la política de identidad en Occidente. Las élites de izquierdas de los países occidentales han convertido la identidad de una persona -raza, etnia, religión, sexo, orientación sexual, “género”, etc.- y no su carácter y competencia, en el factor determinante de su valía. Alguien es digno -y debería tener preferencia en la contratación, los ascensos, los contratos, las admisiones universitarias, etc.- si pertenece a grupos minoritarios raciales y étnicos, se identifica con una letra del movimiento LGBT, no es cristiano, etc. Y las culturas de estas personas dignas deben ser promovidas y ensalzadas como ejemplares intachables que deben ser imitados. Por otro lado, las personas heterosexuales, cristianas y blancas de ascendencia europea -y la cultura occidental que han creado- son los enemigos que hay que demonizar en todo momento.
Estas son sólo algunas reflexiones sobre el trágico declive de la civilización occidental desde los años sesenta. Quizá haya otras razones para el colapso casi total de una civilización que ha aportado más bien a más gente en los últimos miles de años. No es una civilización perfecta ni mucho menos, pero es la mejor de todas las alternativas. Ojalá Homero, Sócrates, Platón, Aristóteles, Cicerón, San Pablo, San Agustín, San Benito, Carlomagno, Maimónides, San Francisco de Asís, Dante, Copérnico, Da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, Shakespeare, Cervantes, Mozart, Bach, Bonhoffer, San Maximiliano Kolbe, la Madre Teresa, San Juan Pablo II -por no hablar de Cristo y Moisés- pudieran ver los restos del naufragio de la civilización occidental.
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