Ayer me tropecé con un escrito de un amigo sobre la Agenda 2030 y volvió otra vez sobre mi cabeza todo lo que este verano me rondaba y me inquietaba.
El comienzo del curso me ha tenido centrada en la familia y la ingeniería social andaba mas al fondo del desván. Pero ayer volvió a tener su protagonismo.
Decía que la Agenda 2030, que, por cierto, no olvidemos que es una resolución sin valor vinculante y no un tratado internacional, es “una guía ideológica y espiritual para los progresistas que mandan en todos los partidos de todo el mundo”, guía ideológica y espiritual, que, por ello, pretende sustituir todo lo que ha construido el cristianismo por un nuevo orden mundial y, de paso, sustituir a Dios por la ‘Madre Tierra’. Por eso lo llaman el gran reseteo, se trata de hacer borrón y cuenta nueva.
Como ya hemos comentado varias veces, no es nuevo, viene de lejos, de varios intentos fracasados, y ahora lo retoman con más fuerza. Una de las raíces de la Agenda es el informe del Club de Roma sobre “Los límites del crecimiento” (1972), que se empeñaba en eliminar la población en occidente porque iban a arrasar con todos los recursos. Luego están los documentos de la Cumbre de Río de Janeiro (2012) de donde salieron la Agenda 21 y la Carta de la Tierra, ésa que se guarda en un arca con demasiado parecido al arca de la Nueva alianza donde se guardaban las tablas con los 10 Mandamientos. Todo está pensado, ese reseteo necesita de iconos, necesita ídolos porque sino la gente volverá sus ojos a Dios…y eso no se puede consentir.
Muchos líderes progresistas han visto “el potencial revolucionario” de la Agenda 2030 y la han recibido con los brazos abiertos.
Cuando tengáis tiempo, es importante leer los 17 objetivos para el desarrollo sostenible (ODS) que contiene la Agenda y ver las ideologías y tendencias que están metidas entre las palabras buenistas y los objetivos a los que nadie pondría un ‘pero’: hambre y pobreza, salud y bienestar, agua y saneamiento, trabajo decente y crecimiento económico, industria e innovación, desigualdades, ciudades sostenibles, producción y consumo responsable, ecosistemas y acción por el clima, paz y justicia.
En resumen, es una herramienta de éxito casi infalible para la hegemonía cultural de la izquierda con un nuevo lenguaje y una hoja de ruta que no puede rechazarse. Sólo que no han contado con un pequeño detalle, que Dios ya ha vencido.