En Irlanda, el aborto fue legalizado en 2018, con el 66,4% de los votos en el referéndum. Sin embargo, la inmensa mayoría de los médicos siguen siendo incondicionales de la vida. De hecho, el 88% se proclama objetor de conciencia, mientras que la mitad de los hospitales con salas de maternidad no realizan abortos. El escaso 12% restante de abortistas equivale, en términos absolutos, a 405 médicos. El dato se desprende de una investigación publicada por la revista Newstalk: un resultado notable si se tiene en cuenta que, en el país, las presiones de los lobbies y del gobierno sobre el sistema sanitario son muy fuertes. Es el Health Service Executive (HSE), el Servicio Nacional de Salud, el que está haciendo esfuerzos continuos para que el aborto en los hospitales sea lo más accesible posible.
Ahora, la ley irlandesa, tras los cambios en el referéndum de 2018, permite el aborto hasta la duodécima semana de vida del niño en el vientre materno y, en casos excepcionales, incluso hasta el sexto mes. Y lo que hace que la legislación sea especialmente agresiva es la financiación pública del aborto y las severas limitaciones a la objeción de conciencia.
Feministas en pánico
El objetivo del lobby antinatalista es poner a los médicos objetores entre la espada y la pared para siempre. Según Orla O’Connor, directora del colectivo feminista National Women Council, el parlamento debe garantizar, dijo al periódico The Irish Times que la objeción de conciencia nunca impida a las mujeres embarazadas acceder a la atención sanitaria de urgencia”.
Se oponen totalmente médicos como el Dr. Trevor Hayes y otros tres ginecólogos del Hospital St. Luke’s de Kilkenny, que han decidido “unánimemente” no realizar abortos en este hospital. Como informó hace tiempo el periódico Kilkenny Now Hayes teme que se produzca un terremoto en el sistema sanitario, ya que un gran número de médicos objetores serían suspendidos o abandonarían su profesión antes que practicar abortos.
“Si esto significa que los médicos, las enfermeras y otros profesionales de la salud se verán obligados a abandonar la medicina, sólo se sumará a la crisis de personal que ya está paralizando el servicio de salud”, dice Hayes, quien añade: “El aborto no salva la vida. Acaba con ella. No es asistencia sanitaria, y ninguna presión puede hacer que lo sea”.
También es objeto de fuertes críticas por parte de Hayes el ex ministro de Sanidad Simon Harris, uno de los principales estrategas de la legalización del aborto. “Está obsesionado con el aborto”, dice el médico provida.