Last updated on diciembre 31st, 2020 at 04:19 am
Como viene siendo costumbre, el día de la lotería de Navidad en España (se celebra el 22 de diciembre de cada año), cuando todos están distraídos con los caprichos del azar, sacan las cifras de abortos provocados en España con un año de retraso. No es de extrañar, porque incluso hasta los más amorales saben que son para avergonzarse y quieren que pase desapercibido.
El número frío: 99.149 niños muertos por el aborto infligido en el año 2019 en España. Una realidad dantesca que marca un aumento de 3.232 abortos más que el año anterior y la cifra más alta desde 2013, cuando se registraron 108.690.
Aunque esta cantidad no contabiliza los abortos químicos, que han ido en auge en los últimos años, por lo que incluso el número de vidas perdidas se elevaría. Mientras que unos pocos nos entristecemos por estas existencias truncadas, que nunca más verán la luz, muchos hoy lo celebran como signo de “progreso” (sic) o lo esconden bajo el enervante eufemismo de la “interrupción” como si esa vida cercenada pudiera retomarse en algún momento a voluntad.
Por edades, los datos recogen 341 abortos entre menores de 15 años, y aquí hay que hacer una pausa y dejar de pensar en meros datos. Tomemos conciencia, más de 300 niñas de menos de 15 años que, con el consentimiento de sus padres (hasta tanto la modificación de la ministra de Igualdad no entre en vigor, que quiere saltarse la autorización o el conocimiento de los padres en esta materia tan grave) terminaron accediendo a pasar por la traumática y violenta experiencia de un aborto. Y recordamos, no fue el “aséptico” aborto químico, que de inocuo no tiene nada, sino un aborto quirúrgico, con todo lo que ello conlleva.
En la siguiente franja de edad, de los 15 a los 19 años, hubo 10.038 abortos. Es decir, en ambos casos cifras superiores a las del año pasado, cuando las menores de 15 años que abortaron fueron 310 y 9.518 de 15 a 19 años. O sea, en total, fueron 551 menores de 20 años más respecto a 2018 que pusieron fin a la gestación de su hijo.
Volvamos a ponernos en situación, estamos hablando de chicas adolescentes que llevarán esa decisión sobre sus conciencias toda su vida y quienes trabajamos con las víctimas del aborto sabemos lo que eso implica. Muchas veces, lamentablemente invisibilizadas, estas chicas se encuentran solas, sin nadie que quiera escuchar acerca de la depresión, la culpa, la vergüenza a la que se sienten atadas sin que nadie las libere, porque oírlas sería reconocer que todos somos cómplices de esa barbarie y deben permanecer calladas para no incomodar, para que todos sigan creyendo que son empáticos y solidarios al mandarlas a abortar a sus hijos.
Por supuesto, estas consecuencias las sufren mujeres de todas las edades que se encuentran con el mismo muro de indiferencia una y otra vez. Vendrá a refutarlo más de una diciendo que está orgullosa de su aborto (sic) y que lo volvería a hacer. De hecho, crece la reincidencia. Pero yo le digo a feministas progres y a la sociedad en general: con que haya una sola mujer que sufra las terribles consecuencias del síndrome postaborto ya sería muchísimo, porque no le deseo esa pesadilla ni a una sola mujer. Pero es que, lamentablemente, son muchas, cada vez más, y nadie piensa en ellas ni quiere saber de su existencia, porque molestan, mientras que simplemente reclaman más educación sexual. Otra manera de poner tiritas al problema para poder continuar tapándose los ojos y seguir cómodamente sin hacer nada verdaderamente de provecho ni en pos del bien de las dos vidas. No vaya a ser que nos toque arrimar el hombro, habrase visto.
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