A los hombres nos han metido en un bote de cristal y no nos dejan salir de él. Se nos está recluyendo a un papel único y tóxico, y la única versión aceptada de nosotros es la de un tío agresivo, musculado, peligroso, reservado, insensible.
Pero eso no es así. Siempre hubo muchos tipos de hombres. El soldado, el poeta, el filósofo, el sacerdote, el rey. La historia nos muestra algunos hombres extraordinarios que cubrían todos esos roles, pero el hombre ordinario no era menos hombre por ocupar únicamente uno de ellos. De hecho, es lo que hoy todavía hacemos.
Es necesario recuperar las virtudes masculinas universales. Virtudes como el valor, fuerza, disciplina, resistencia, el deseo de defender el bien y lo bello, que trasciende a todas las culturas y a todas las expresiones de la vida. Pero debemos entender que esas virtudes no siempre se expresan de la misma manera.
El hecho de que un músico se enfrente una y otra vez a una pieza que le parece imposible de dominar, es una muestra de valor. Un artista muestra una autodisciplina envidiable cuando domina su oficio durante días, meses y décadas. Y conozco hombres que muestran mucha fuerza luchando contra los demonios externos de la depresión o de la adicción, que son batallas que no se ven, pero son muy reales. Todos los hombres somos, en nuestro corazón, asesinos de dragones, pero cada dragón tiene una forma y un color diferentes.
Un ejemplo de esta diversidad masculina se encuentra en el Señor de los Anillos de Tolkien. De hecho, hay figuras bélicas en esos libros muy atractivas, como los jinetes de Rohan, Aragorn o Boromir, los enanos o los elfos. Estos hombres son peligrosos en la batalla y líderes de hombres.
Pero es profundamente significativo que en la narrativa de Tolkien los verdaderos héroes de la historia sean los personajes más improbables: los hobbits. Frodo y Sam están entre los más pequeños físicamente y los más pasados por alto y subestimados. Lejos de ser guerreros temibles, son criaturas que aman la comodidad hogareña de la Comarca y los placeres simples de la vida. Sin embargo, es su lealtad, fuerza interior y coraje, incluso temerario, lo que salva a toda la Tierra Media.
Como dijo El Principito, lo esencial es invisible a los ojos. Los hombres con frecuencia nos enfocamos en los atributos externos de la masculinidad. Nos preocupamos demasiado por la fuerza externa de un hombre y no lo suficiente por su fuerza de espíritu o su carácter. Demasiado superficial. Algunos de los hombres más poderosos físicamente son los más inmaduros y poco masculinos bajo la superficie. Hemos reducido la virilidad a accidentes e ignorado lo que es esencial, y es un error.
La fuerza física puede ser útil y no debe ignorarse, pero no es esencial para lo que es un hombre, solamente sirve como muestra de una fuerza y disciplina interna mucho mayor. Un chef, un violonchelista, un poeta o un dramaturgo son capaces de ser hombres genuinos, incluso si nunca han disparado un arma, ganado un trofeo o destripado un ciervo. Miguel Angel no era menos un hombre que el General Patton.
El punto es este: lo esencial es lo que hay en el interior.
Independientemente de nuestras personalidades, inclinaciones o atributos, todos podemos desarrollar un corazón de virtud masculina.
Todos podemos ser hombres de carácter y coraje.