(Resumen con introducción de dos estudios en Francés de Pierre Valentin, magister en ciencias políticas y licenciado en filosofía).
En las universidades francesas y europeas, avanza una peligrosísima ideología proveniente del continente americano. Nacida alrededor del 2010, los defensores de la ideología “wokes” o “wokies” (no tiene nada que ver el wookiee Chewbacca) pretenden ser personas despiertas a las injusticias sociales de la sociedad occidental. Este movimiento proviene del post-modernismo y está literalmente en todas partes en la sociedad norte americana, en especial en las universidades, los medios de comunicación y la industria cinematográfica. Se trata de presentar a las minorías (étnicas, mujeres, LGTBIs, etc.) siendo siempre víctimas de persecución sistemática de parte de la cultura occidental y del hombre blanco y su sexualidad en particular. Consideran que la mismísima cultura occidental es opresiva y que toda la historia de las minorías ha sido una historia de opresión. Podría decirse que el wokie es un “progre concienciado”.
La aparición de esta nueva cultura moral, en la que el victimismo se convierte en un recurso social, requiere ciertas condiciones, como la atomización social y un alto nivel de diversidad étnica y sexual. La burocratización y la legalización de la sociedad también desempeñan un papel fundamental para que la condición de víctima sea reconocida por terceros con autoridad y se pueda imponer un verdadero “orden woke”. Cada año, más postulantes a las universidades de EEUU resaltan sus condiciones (reales o ilusorias) de víctimas de la sociedad en sus cartas de motivación. Muestran que superaron varias discriminaciones (reales o supuestas) para maximizar sus chances de ser aceptados en dichas universidades.
Los activistas proceden en su mayoría de familias acomodadas. De niños, han carecido de momentos de juego libre y sin supervisión. De adultos, les cuesta quitarse la costumbre de buscar una autoridad establecida en caso de conflicto con otra persona en el lugar de resolverlo directamente ellos mismos. Una de las consecuencias es el crecimiento de una burocracia universitaria para continuar y prolongar este estado de sobreprotección. El último criterio sociológico necesario para la aparición de la cultura de la victimización es un alto nivel de igualdad: cuanta menos discriminación real hay, más se multiplican las protestas contra la supuesta discriminación residual.
Otra de las armas del wokismo es la teoría crítica de la raza (CRT en sus iniciales in inglés). Para ellos, el racismo solo existe por parte del hombre blanco hacia el hombre de color. Dan por hecho que las demás etnias no pueden ser racistas, solo el blanco. Luego buscan en todas partes cómo se manifiesta este racismo al que llaman privilegio blanco. Consideran que por naturaleza la cultura del hombre blanco occidental es racista y que los blancos deberían sentirse culpables por esto. Una vez inmersos en este paradigma, en el que su supervivencia académica depende de su capacidad para desenterrar injusticias raciales invisibles para el ciudadano medio, estos teóricos se ven obligados a “descubrir” muchas más. Esta es la etapa final del posmodernismo. Marca el momento en que estas ideas traspasan los muros de los departamentos de ciencias sociales abriéndose paso en el mundo de los medios de comunicación, de los negocios y, más generalmente, en el espacio público estadounidense y luego occidental. Opera siempre de la misma manera en estas diferentes “disciplinas”, rechazando la validez de una norma social, moral o científica al destacar la excepción a la misma, en la extensión del relativismo cultural. El movimiento queer es el más explícito en este objetivo, ya que la fluidez permite rechazar todas las categorías y normas que son “opresivas” por naturaleza. En este sentido, Judith Butler anima a no definir el posmodernismo, para preservarlo de la trampa de la categorización.
El debilitamiento (o incluso la desaparición) de los considerados “dominantes”, es decir, de todos los occidentales blancos, es, pues, el verdadero fin, y la aparente defensa de la diversidad como principio es sólo una estrategia para este fin. La cultura de la victimización fomenta la capacidad de ofenderse por cualquier cosa o dicho, de resolver los agravios mediante la intervención de los demás. Se sacraliza la condición de víctima. Si te ofendes por algo es que, según ellos, el que te ofende es un opresor y tú debes tener la razón.
Como teoría conspirativa, el wokismo tiene sus estrategias que te dejan sin respuesta y supuestamente les da razón en todos los debates. Tomemos como ejemplo el concepto promovido por Robin Di Angelo: “fragilidad blanca” . Cuando una persona blanca es acusada de “fragilidad blanca” y reacciona en consecuencia con “un despliegue externo de emociones como la ira, el miedo y la culpa, y comportamientos como discutir, permanecer en silencio y abandonar la situación estresante”, pues dicen que efectivamente la está sufriendo. Así que, hable o no, es imposible que un blanco se libre de la acusación. En una línea similar, la activista racial Ally Henny propuso en Facebook un test de detección para que cada uno pudiera sondear su propia “fragilidad blanca” a través de dieciséis preguntas, entre ellas: “¿Espero una disculpa cuando siento que he sido acusado injustamente de racismo?”, o “¿Necesito demostrar que no soy racista?”. Según ella, “si has respondido afirmativamente a alguna de las preguntas anteriores, tienes rasgos de fragilidad blanca”.
Como señalan Pluckrose y Lindsay, “cualquier sentimiento negativo sobre la elaboración de perfiles raciales y la responsabilidad de una sociedad racista se considera un signo de ‘fragilidad’ y una prueba de complicidad -o incluso de connivencia- con el racismo”. En otras palabras, según ellos el hecho de reaccionar negativamente a una categorización insultante sería en sí mismo una prueba de que la categorización era correcta. Sería una prueba de complicidad -o incluso de connivencia- con el racismo. Si niegas que al ser blanco tu educación y cultura son racistas, entonces sufres de fragilidad blanca y eres racista… La conocidísima estrategia al lanzar la moneda de que si sale cara ganó yo, y si sale sello pierdes tú…
Un woke debe interpretar todo, hasta lo que menos puedas imaginarte, en clave de justicia social y debe estar ávido por mostrarse al mundo como alguien excelso en virtudes y siempre pendiente de no dañar a ningún grupito que según el clero woke se considere “especie protegida” y no debe ser ofendido a ningún precio. Un woke debe estar siempre pendiente de anteponer los sentimientos y su ideología a tonteríascomo la ciencia, la razón, la historia o la verdad factual. Lógicamente los wokies, beatos de una severa religión laica, devengan en reprimidos y deben descargar tanta tensión acumulada.
No solo los blancos están en la mira de los wokies. Nadie está a salvo. Una individua negra, homosexual, y de ideas izquierdistas puede ser sancionada y cancelada si su manera de pensar no coincide con la manera de pensar que se le presupone a una mujer homosexual de piel oscura y de izquierda. Intelectuales de piel negra como Thomas Sowell, o periodista como Candace Owens están en la mira de los wokes y sufren ataques constantes. Cualquiera puede transmutar en un blanco heterosexual fascista machista y todofóbico ya que la pigmentación, los gustos sexuales, y el sexo no son lo que en realidad son (circunstancias heredadas y carentes de mérito) sino marcas de nacimiento que vienen pegadas a una forma de ver la vida y de sentir las cosas.
Las personas como Martin Luther King Jr. que pretendían a una sociedad donde el color de piel no importa ya quedan según los wokes en el pasado. Más bien la actitud que consiste en algo tan sensato como tratar a la gente de la misma manera sin tener en cuenta su raza se considera una actitud racista en el universo wokie. Tal cual lo lees. Es importante en la estrategia woke de mantener una apariencia de conflicto racial permanente.
En Europa, la cultura woke se propaga poco a poco, empezando por imponer sus propios términos de lenguaje, ya que sabemos que esta estrategia es muy eficiente para conquistar el pensamiento popular. Términos como la cultura de la violación, el racismo sistémico, el privilegio blanco y la masculinidad tóxica, son los caballos de Troya de esta ideología. Implican nociones que nutren el pensamiento woke. Los términos en inglés se están traduciendo a otros idiomas europeos y su uso cada vez más frecuente en los artículos y libros en Europa se puede medir mediante la herramienta Google Books Ngram Viewer. El crecimiento del uso de los términos wokes es exponencial en todos los idiomas europeos.
Con este afán de no ofender a las minorías, impulsan las empresas a usar lenguaje inclusivo y a retirar todo producto que podría ofender la sensibilidad de algunos. En Octubre del 2020, Disney+ sacó de la sección infantil dibujos como Los Aristogatos, Dumbo, Peter Pan y La Dama y el Vagabundo. Solo son accesible en la sección de adultos, con aviso de que son representaciones negativas y/o maltrato de personas y culturas de manera estereotipada.
Las redes sociales están llenas de activistas wokies que hostigan a los que se les oponen. Multiplican los cursos de adoctrinamiento de género, diversidad e inclusión para las personas que llevarán responsabilidades en la sociedad. Incluso en las empresas privadas esta ideología se expande con rapidez. En febrero del presente año, empleados de la empresa Coca Cola revelaron que una formación para “Confrontar el Racismo” les aconsejó “ser menos blancos”, ser “menos opresivos” y desvincularse de la noción “solidaridad blanca” que sería un obstáculo para el mejor desarrollo de las minorías.
¿Cuál debería ser nuestra forma de luchar con la ideología woke? Primero, identificar las terminologías wokes y luego denunciarlas por lo que son: conceptos ideológicos, anti científicos e irracionales, cuyas consecuencias para la sociedad son devastadoras. La razón y la ciencia están de nuestro lado y podemos usar las herramientas científicas para desarmar esta peligrosa tendencia y demostrar sus falsedades. Pero no nos olvidemos que a nivel político la mayoría de la gente reacciona más a las emociones que a la lógica, y que debemos incluir este elemento a nuestras respuestas frente a las masas. Pero esto será tema para otro artículo.
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