La presencia de San José en la fe cristiana y lo que simboliza para este tiempo de tantas aflicciones y de retos, alejamiento y conflictos humanos, nos hace meditar sobre su profundo significado y la lección que ofrece al mundo de hoy.
No es un mero acompañante pocas veces citado en los libros santos: es el pilar, el sostén, el defensor y salvador de la Sagrada Familia, es el que cree, cumple las tradiciones, comprende el mandato de Dios, actúa, resguarda, enfrenta los peligros, guía y forma junto a María a Jesús y evidencia la importancia del hombre en la familia.
Pocas veces se comenta unos de los milagros admirables en los que participó. En aquellos sucesos formidables ocurridos en 1917 en Fátima, Portugal, cuando el sol y la lluvia al mismo tiempo ante la multitud surgieron, giraba aquél, se manifestaba ésta, como consecuencia de las apariciones de la Virgen -uno de los hechos más sorprendentes ocurridos en el siglo XX en medio de acontecimientos terribles como lo fueron la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial posteriormente-, cita Lucía, una de aquellas niñas campesinas que conversaba con la Madre de Dios, lo siguiente: “Desaparecida Nuestra Señora en la inmensa lejanía del firmamento, vimos al lado del sol, a San José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco, con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al mundo, con unos gestos que hacían con la mano en forma de cruz”.
En nuestra tradición americana, en la tradición española en particular, se manifiesta la importancia, el realce que tiene la figura de San José en el ánimo popular. Esta apreciación la destacó la Iglesia Católica a través de la encíclica QUAMQUAM PLURIES (1889) de León XIII, en la cual señalaba: “Con respecto a esta devoción, de la cual Nos hablamos públicamente por primera vez el día de hoy, sabemos sin duda que no sólo el pueblo se inclina a ella, sino que de hecho ya se encuentra establecida, y que avanza hacia su pleno desarrollo”. Y además destacaba: “El se dedicó con gran amor y diaria solicitud a proteger a su esposa y al Divino Niño…”.
Recordarlo es grato y es parte en España y América de una alta celebración de la fe.
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