En los últimos años, el número de jóvenes estadounidenses que se identifican como transgénero o no binarios se ha desplomado, un colapso que desafía la absurda narrativa cultural de que la ideología de género representa un cambio social estable o permanente. Según nuevos datos de la American College Health Association, solo el 3,6% de los estudiantes universitarios se identifican ahora con un género diferente al de su sexo biológico. Esto supone un fuerte descenso con respecto al 5,2% de 2024, y una caída aún mayor con respecto al 6,8% registrado tanto en 2022 como en 2023.
La tendencia a la baja es constante en casi todos los grupos demográficos. Los estudiantes de primer año que ingresan, el grupo con más probabilidades de reflejar las nuevas tendencias culturales, ahora son menos propensos que los estudiantes mayores a identificarse como transgénero o queer. En otras palabras, la generación más joven en el campus parece estar rechazando la confusión de género que se promovió tan fuertemente en los últimos años. Mientras tanto, el porcentaje de estudiantes que se identifican como heterosexuales ha comenzado a aumentar nuevamente, lo que indica un retorno silencioso a la normalidad después de años de presión ideológica.
Es importante destacar que los datos muestran que esta reversión no está impulsada por la religión o la política. El informe encontró que las tasas de religiosidad y conservadurismo político entre los estudiantes se han mantenido en gran medida estables. En cambio, el cambio parece estar ligado a mejoras en la salud mental. Las tasas de ansiedad y depresión, que aumentaron durante la pandemia, han comenzado a disminuir, y con esa disminución ha llegado una fuerte reducción en el número de jóvenes que rechazan su sexo biológico. A medida que mejora la estabilidad psicológica, la experimentación de género está perdiendo su control.
Durante años, las élites culturales, los sistemas escolares y las plataformas de redes sociales impulsaron la narrativa de que identificarse como «trans» era valiente, auténtico y liberador. Pero la verdad está emergiendo: muchos jóvenes simplemente se vieron atrapados en una ideología socialmente contagiosa. Cuanto más normaliza la sociedad la recuperación de la salud mental y la autoaceptación real, menos atractiva se vuelve la idea radical de «cambiar de género». Estos datos no reflejan una «pérdida de derechos», sino que reflejan el despertar de una generación.
El movimiento transgénero se vendió como una revolución permanente, pero los números cuentan otra historia. A medida que la moda se desvanece, lo que queda son las trágicas consecuencias de las intervenciones médicas irreversibles, la división social y la traición institucional. El colapso en la identificación trans debería servir como una advertencia y un llamado a la acción: es hora de proteger a los niños de la experimentación ideológica y restaurar la verdad, la estabilidad y la realidad biológica a la vida pública.
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