Zootrópolis y la realidad que se esconde tras la ficción (aviso: spoiler)

En esta animación de Disney, en la que se nos presenta un mundo animal idílico, donde mamíferos depredadores conviven pacíficamente con sus potenciales presas, muchos han visto una contraposición mucho más actual de nuestra propia sociedad humana: la lucha de sexos.

Para quien no haya visto Zootrópolis (o Zootopía para los hispanoamericanos) aviso que este articulo despluma por completo el final de la película. El que avisa no es traidor. Para el resto, aquí os dejo una curiosa interpretación de una película aparentemente simplona…

En esta animación de Disney, en la que se nos presenta un mundo animal idílico, donde mamíferos depredadores conviven pacíficamente con sus potenciales presas, muchos han visto una contraposición mucho más actual de nuestra propia sociedad humana: la lucha de sexos. Originalmente se nos presenta una sociedad muy avanzada, donde unos y otros han sabido superar sus diferencias, para vivir en comunidad y armonía, hasta que de repente, de la noche a la mañana, determinados depredadores (que serían los hombres en el símil que ahora nos ocupa) empiezan a comportarse de un modo extraño: empiezan a perder los papeles, a volverse agresivos, salvajes, a atacar por impulso, a perder la cabeza.

Como era de prever, estalla el caos en la metrópolis. Todos han oído hablar de cómo era la situación antes de esta convivencia pacífica y nadie está dispuesto a volver a ello. No solo las presas temen a los depredadores, sino que éstos mismos tienen miedo de los de su propia especie y hasta de sí mismos. Creen que su naturaleza les obliga a ser así y que era una cuestión de tiempo volver de una forma u otra a su origen más remoto. ¿Tendrán razón? Nadie lo sabe, o mejor aun, nadie se para a investigarlo. Cunde el pánico y acuden a la solución fácil: los depredadores deben ser excluidos de la sociedad por el bien de todos. Deben desaparecer ¿de la vida pública? No, de todas partes. Son un peligro para si mismos y desde luego, también para la sociedad.

En este contexto, no es de extrañar que los protagonistas sean un zorro (depredador-hombre) que intentó sin éxito salir de su rol de depredador en el pasado, y una conejita (presa-mujer) que no cejó en su empeño hasta conseguir dejar atrás su papel de animal inofensivo, para entrar en la academia de policía y hacer frente a los males de este mundo. Pareciera que solo algunos pueden cambiar, y desde luego solo en una dirección. No sé por qué esto me resulta sumamente familiar…

En mitad de esta situación de caos y confusión, repentinamente el león debe dejar la alcaldía de la ciudad, para tomar el cargo su poco valorada mano derecha, la pequeña ovejita de tierna voz y ojos comprensivos que decide aceptar el cargo por el bien de todos. Se inician los trámites para un nuevo orden social, donde los depredadores deben adoptar un papel secundario en la sociedad y sus potenciales presas proceden a tomar el control de todos los organismos e instituciones.

¿Y ahí termina todo? Pues no. Es entonces cuando el zorro y la conejita deciden ponerse a trabajar juntos y superar sus propias diferencias por un bien mayor: descubrir la verdad. Solo entonces, descubren que la pequeña ovejita era quien lo había ideado todo, usando de “tontos útiles” a unos depredadores que por cumplir órdenes o seguir a la mayoría, estaban volviendo locos a otros de su misma especie y extendiendo la idea de que no eran casos puntuales sino una situación generalizada. Así la ovejita se hacía con el poder, mientras aprovechaba para vengarse de los depredadores por todos los años de “opresión” sufridos por los animales de su clase.

Finalmente, como en todos los cuentos infantiles, la verdad se hace pública, los malos son detenidos, los buenos hacen sus sueños realidad y la sociedad agradecida vuelve a retomar la normalidad. Y todo esto porque hubo dos “personas” que decidieron superar sus diferencias para luchar por la verdad hasta las últimas consecuencias. Me pregunto si esto sería extrapolable a la vida real…

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