Una generación

Venezuela fue por naturaleza y por su ubicación, por la actitud de su gente, por su clima y por su idiosincrasia, un país abierto hacia la gente, hacia el extranjero. Es el carácter caribeño que recibe, que te brinda un café, que bromea, que te ayuda a ubicar, que busca o te recomienda a un amigo para encontrar: “un chance, una oportunidad”.

Conversaba escasos días atrás con un joven de un país latinoamericano que a los 16 años tuvo que salir hacia una nación vecina a la suya para intentar y lograr, como lo hizo con esfuerzo y trabajo, rehacer la vida.

Las circunstancias de esa migración, de esa salida colectiva, de esa situación humanitaria que algún día será objeto de un estudio profundo y de una denuncia implacable que se destacará como una de las más dolorosas y tristes tragedias del siglo XXI y que no se advirtió en el pasado, ni siquiera en las previsiones más críticas de aquellos que se llamaron: “profetas del desastre” y que se referían con razón a los errores de la llamada: “Venezuela Saudita”, en efecto, ocurrió con más de 5 millones de personas fuera de sus fronteras de origen.

Una generación que sólo vivió en la infancia y una parte de la adolescencia lo que fue una nación rica y próspera apreciada en ciertos detalles: plazas y edificios, lugares, ambientes que habían resistido el efecto de una política equivocada y degradante; las ambiciones personalistas; la megalomanía de un dirigente, de un modelo fracasado: el populismo, la dilapidación y la rapiña contra los recursos de un país.

La historia del siglo XXI, alguna vez sobre el papel, sobre el juicio responsable de las autoridades que en el mundo nos recuerden que la justicia tarda pero llega, tendrá alguna vez que emitir su sentencia, su pronunciamiento severo e implacable sobre muchas personas y asociaciones que deben responder.

La inmigración ha sido una realidad y una necesidad que han vivido todos los países en un momento dado, desgraciadamente muchos en circunstancias dolorosas y forzadas. Las guerras han sido una de las causas; los conflictos internos e internacionales; la destrucción de la economía, las enfermedades, la intolerancia, el hambre; presencia de un régimen político enemigo de la sociedad libre.

Venezuela fue por naturaleza y por su ubicación, por la actitud de su gente, por su clima y por su idiosincrasia, un país abierto hacia la gente, hacia el extranjero. Es el carácter caribeño que recibe, que te brinda un café, que bromea, que te ayuda a ubicar, que busca o te recomienda a un amigo para encontrar: “un chance, una oportunidad”.

Conocí en mi infancia buenos amigos de mi padre y excelentes familias una de España, amable, dispuesta, trabajadora, emprendedora, y otra de Italia, que curiosamente, con la ayuda desinteresada y solidaria suya, pudo establecer una bomba de gasolina en aquella Venezuela petrolera del pasado, fundadora de la OPEP. Aquel señor, le hizo su padrino de confirmación. Fueron gratos recuerdos de una época.

¿Qué decirle al joven que no sabemos si momentánea o definitivamente ha perdido o salido de su país de origen y que ya recuerda por detalles que se diluyen a la distancia de los años? Que adquiera otro si no puede volver por ahora, que trabaje, que estudie, que luche, que somos todos finalmente ciudadanos del mundo, que no existe una nación químicamente pura y que cuando una raza se considera superior frente a otra y se intenta imponer a sangre y fuego como en pleno siglo XX se hizo en varios lugares del mundo, las consecuencias fueron desastrosas, se cometieron los peores crímenes, las peores situaciones que se puedan recordar y vivir. La humanidad debe ser integración.

El mundo lo construimos todos independientemente de donde seamos. Ya no somos simples ciudadanos de un lugar o de una Nación específicamente, ya somos cada vez ciudadanos de uniones y de comunidades de naciones; cada vez más somos ciudadanos globales.

El mundo cada vez más ha visto y verá la caída de muros que den progresivamente paso hacia una vida con derechos, con libertades, con esperanzas, con posibilidades, con logros humanos. La vida, las desgracias, las necesidades, los retos nos van llevando a agrupar y unificar, establecer lazos comunes para afrontar, como en este momento, grandes problemas universales.

Esa generación como otras que debe tener oportunidades y posibilidades aquí y en todas partes donde sea posible y, en tal sentido, debemos ayudarlos, orientarlos para alcanzar sus objetivos, ya que parte de nuestra misión es abrir camino a otros hombres para que sigan adelante.

Jfd599@gmail.com

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