Los chicos de los institutos de Connecticut se están encontrando en el centro de un fuego cruzado cultural, a medida que la sociedad sigue lidiando con la evolución de las perspectivas sobre la identidad de género. Un buen ejemplo de esta tensión se produjo en el instituto de Brookfield, donde la instalación de un dispensador de tampones en el baño de los chicos fue rápidamente derribado.
En consonancia con la ley estatal de Connecticut que exige el suministro gratuito de productos menstruales en al menos un baño masculino de cada instituto, el dispensador se instaló para atender a los estudiantes transexuales e intersexuales.
Esta acción, sin embargo, se encontró con el rechazo de algunos chicos, una reacción que provocó la ira del director Marc Balanda. Su punto de vista, sin embargo, fue recibido con disenso, señalando la batalla en curso entre los puntos de vista tradicionales y progresistas sobre la educación de la identidad de género en las escuelas.
Los críticos sugieren que los llamamientos al diálogo parecen poco equilibrados, ya que consisten principalmente en que los educadores intenten reajustar puntos de vista arraigados sobre la identidad de género, percibidos por algunos estudiantes como de mano dura.
Estos estudiantes sienten que su comodidad y sus puntos de vista no se tienen en cuenta en favor de la aplicación de criterios de inclusividad LGBT.