Perú: La disforia de género y el transexualismo son clasificados legalmente como trastornos mentales

Hoy en día se ha demostrado en varias oportunidades que los objetivos de la OMS son demasiadas veces guiados por líneas ideológicas, políticas y económicas, más que médicas y científicas. Es suficiente ver su actuar durante la última pandemia

La importancia de analizar el escenario político

En el Perú, el decreto Supremo número 009-2024-SA añade legalmente a la lista de personas asegurables por prestaciones de salud nuevos diagnósticos de problemas mentales.

Dichos diagnósticos son: el transexualismo, el travestismo de rol, trastorno de identidad de género en la niñez, otros trastornos de identidad de género no especificados, travestismo fetichista y orientación sexual egodistónica.

Por una parte, podríamos alegrarnos de que personas necesitadas de tratamiento tengan acceso a ellos. Es el sentido de la norma y es lo que comentan las autoridades peruanas y los autores del texto al respeto. Se trata de ofrecer a más ciudadanos el acceso a los servicios de salud.

Este decreto ha hecho reaccionar no solo a los lobbys y ONG pro-LGTBI+ en el Perú, sino también a los medios extranjeros, entre los más famosos el New York Times el día 26 de mayo. No faltan voces para condenar la supuesta discriminación y condenar la medida.

El texto legal del decreto usa las clasificaciones utilizadas por la misma OMS, antes de que los lobbies ideológicos hagan cambiar los puntos de vista médicos y científicos por puntos de vista políticamente correctos y guiados por agendas ideológicas.

La ciencia en este organismo poco a poco debe ceder el paso a la ideología. Antes no era así y la OMS realmente tenía como objetivo prioritario la salud pública.

Hoy en día se ha demostrado en varias oportunidades que los objetivos de la OMS son demasiadas veces guiados por líneas ideológicas, políticas y económicas, más que médicas y científicas. Es suficiente ver su actuar durante la última pandemia.

Algunos conservadores se alegraron por la publicación de este texto, al igual que yo en un primer momento. Este decreto es, pensamos, un avance en el buen sentido.

Una medida de apoyo social que a la vez diga la cosa como es. Pero es sorprendente que un gobierno que no sea conservador publique este tipo de norma.

La amplitud de las reacciones en contra me hicieron entender que quizás esta publicación tenía otro propósito, y se trataba en realidad de una estrategia política con el fin de crear una dialéctica Hegeliana.

Para los no iniciados en filosofía política, se trata básicamente de crear un problema (aquí un texto legal polémico) para conseguir una reacción que deseas (protestas de lobbys LGTBI, artículos como el del New York Times,…).

Luego la gente está más dispuesta a aceptar una solución que tú propones para resolver el problema que tú has creado. En algunos casos, si se logra con el problema crear un miedo o un profundo sentimiento de injusticia, la gente misma rogará por una solución que tú, como autor del problema, tienes obviamente lista.

No estaría asombrado que pronto, grupos políticos impulsados por ONGs pro-LGTBI+ propongan un texto para “corregir este problema” cuyo objetivo verdadero (preexistente a la publicación original del decreto) es normalizar los trastornos sus mencionados y llegar al financiamiento público de cosas como tratamiento hormonal por cambio de sexo, operaciones afines,…

Su argumento será «debemos alinearnos con los últimos avances científicos de la OMS». Obviamente, no serán avances científicos sino ideológicos.

En política, ocurre incluso peor: Gente bien intencionada a veces impulsa medidas legales pro vida o pro familia sin medir las consecuencias políticas a largo plazo.

La política es como un juego de ajedrez, y un movimiento implica varias posibilidades y consecuencias. En ajedrez como en política, si solo piensas en tu movimiento inmediato, perderás si tu adversario anticipa los escenarios por venir mejor que tú.

Esto puede jugar en nuestra contra si no medimos las consecuencias de nuestros esfuerzos en el campo público. Pero también en nuestro favor cuando nuestros adversarios cometen este tipo de error.

En otro juego de estrategia, el póker, se gana mucho más aprovechándose de los errores de nuestros adversarios que de nuestras propias buenas jugadas. Y esto se repite en política.

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