Es un divertido juego de palabras el de Gerald Durrell en su primera novela de la llamada Trilogía de Corfú, adaptada a serie de televisión y que anoche – con muchas ganas – nos pusimos a ver en familia.
Resulta que aun habiendo visto tan solo el primer capítulo, me han entrado unos recelos que todavía espero que se me disipen pronto… aunque tengo mis serias dudas, la verdad. Pienso para mí que estos prejuicios seguro que los tengo por llegar a la edad en la que uno comienza a sorprenderse pensando y hablando más como un padre que para uno mismo. Pero … ¿qué narices digo?, si lo que pasa es que soy un padre.
Habiendo leído los libros de Durrell y teniendo un grato recuerdo de ellos, comencé a ver la serie con mis hijos tan feliz. Pensando “mejor sería que leyeran el libro”, pero haciéndome la vista gorda y diciéndome: mejor será el buen rato que vamos a pasar en familia viendo la serie.
Hay que decirlo todo, y es una serie que está muy bien hecha: escenarios naturales, estupenda fotografía, buenos actores, vestuario, ambientación… Pero resulta que conforme va avanzando la historia me voy inquietando poco a poco y empiezo soltar cuerda, en un intento de acallar ese crítico intolerante que siempre va conmigo.
Avanza la serie y en los diálogos van destellando algunas palabras e ideas anacrónicas, que me hacen sospechar. Que no, hombre, que eso es el doblaje, que si la ves en original no dicen eso. Claro, claro… malpensado que soy, si en España se supiera más inglés esto no pasaría. El argumento va cogiendo sutiles giros que me suenan demasiado actuales, como si los personajes de la novela, editada en el 1956 y ambientada en los treinta, acabaran de ver en streaming las noticias de hoy.
Y eso me acaba incomodando, porque quitan a la obra de Durrell toda su frescura al malearla con la ideología del siglo XXI. Ya en el primer capítulo me he encontrado algunos animales que no recuerdo haber visto en el libro, me temo que aparecerán muchos nuevos animales más.
Hemos visto el capítulo entero y hay cosas inventadas que no figuran para nada en las novelas, casualmente aquellas en las que introducen la ideología:
– Margo es una adolescente indolente, pero no es una feminista como la pintan.
– Margo alborota al pueblo cuando toma el sol, pero no a un joven sacerdote ortodoxo que se deja tentar con un cigarrillo.
– En la novela no se habla de sexo, y menos de la pretendida necesidad de la madre y viuda, declarada por los hijos sin pudor.
Son tres ideas que subyacen y ahí se quedan, encuadernadas y envueltas en tan magnífica reedición de la BBC. Reconozco que soy temerario al juzgar prematuramente – recordad que estoy con mis hijos, que “hay ropa tendida” – y comprendo las razones por las que debería ser más paciente y resistir la náusea que me va entrando. Pero, es que me da rabia no poder verla tranquilamente con los niños. Y me fastidia que añadan a las novelas un veneno del que carecen. A esta novela y a otras tantas.
Me decepciona la serie en cuestión porque, sin necesidad, lo tiznan todo de la ideología imperante, ¡qué lástima! Es una trilogía que un niño de 10 años podría leer sin problema, pero no así ver la serie. Y es que parece que: sin sexo, ni feminismo, ni homosexualidad, ni racismo, ni anti-religión (por no hablar de violencia o crueldad y otros apreciados valores cinematográficos) las series y en general la cultura no vale un pimiento. Y que no puede hacerse nada que no forme parte de una ingeniería social de la que nos creemos vacunados… a diferencia de muchos espectadores que consumen lo que les echen (y los niños los primeros).
Por eso me gusta ver las series y las películas en familia, porque me sirve para saber si funciona bien mi filtro o si las tragaderas van creciendo peligrosamente. Como en la serie de Chernobyl, a veces me imagino viendo fascinado desde el puente los fuegos artificiales del accidente nuclear mientras sobre nosotros cae la aparentemente inocua lluvia radiactiva.
No es de extrañar que abunden como nunca los remakes revisados y actualizados para despojarlos de esa “censura mundial” tan terrible que hizo que no sea hasta este nuevo Siglo de las Luces (otro remake) cuando nos desvelan que Dumbo o Peter Pan (recientemente proscritas por racismo) son películas que hacen daño a los niños. Nos queda poco para descubrir que Pinocho era nazi, o cuando menos Geppetto.
Os pido ayuda, ¿qué debería hacer? ¿Dar otra oportunidad a la serie?, ¿regalo a los niños las tres novelas originales?… ¡Ay! esto sí que es pensar como un padre.