Lo que tu hijo NO necesita y lo que SÍ necesita

El exceso de regalos y concesiones es inversamente proporcional al amor que le tienes (a la entrega de tu persona, lo único que realmente necesita)

Tu hijo NO necesita 

Regalos y más regalos

A veces son excesivos, y su mismo “exceso” lo aturde e impide que los valore: acaban por no significar nada para él. 

Otras, una forma de “comprarlo” (de “prostituirlo”, sin perdón, para que los dos reaccionemos) e intentar sustituir tu propia “falta de entrega” (la de tu persona).

Que le digas que sí a todo

Pensará que no te importa, que no lo tienes real y sinceramente en cuenta.

Un “no” tan amable como inamovible es, en ocasiones, la mejor manifestación de amor (de ordinario, te hace sufrir tanto o más que a él: expresión clara de que lo quieres).

El exceso de regalos y concesiones es inversamente proporcional al amor que le tienes (a la entrega de tu persona, lo único que realmente necesita).

Grandes festejos…

… donde a menudo, en el fondo, eres tú quien pretendes quedar bien.

Los niños saben disfrutar con lo menudo: 

¡No hagas que pierda esa maravillosa capacidad, embotando su sensibilidad con la acumulación de banalidades “adultas”!

Tu hijo no necesita lo que le impide… ¡ser muy, muy niño y muy, muy hijo!

Y lo que SÍ necesita, aunque él no lo sepa

Primero, tu persona

Segundo, tu persona

Tercero, tu persona

Y, ¡siempre!, tu persona

Si lo piensas despacio, lo más valioso —¡lo único realmente valioso!— que tienes es tu persona (perfectissimum in tota natura: lo “perfectísimo” entre todo lo que existe, como decían los clásicos). 

¡No lo prives de ese gran bien! 

(Además, disfrutarás al hacerlo: ¡prueba!)

Si el diamante solo se pule con el diamante, la persona solo del hijo crece mediante el contacto personal con otras personas, en particular con quienes más quiere.

Y persona “se traduce”…

En tiempo e intimidad.

¡Y que NO le pidas, a cambio, que él te cuente…! Lo hará, encantado, cuando advierta que tú te abres y lo quieres con locura.

Y cuando decida no contarte nada, o no quiera salir contigo… ¡respeta su libertad! 

Más aún, ámala… ¡también con locura!

La entrega a tus hijos de tu persona —lo único realmente valioso que tienes— se “traduce” en tiempo e intimidad

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