La dulce calma feminista publicitada

Se nos ofrece indirectamente el papel del rol de mujer como ama de casa infeliz, explotada y subordinada al cuidado del hogar y de los hijos.

Sabemos que la publicidad es un medio muy eficaz que se emplea en la actualidad para inculcar valores e ideas que benefician a la empresa anunciante, pero que a su vez, puede estar reivindicando o haciendo un llamamiento sobre ciertos temas de relevancia social. Valores como el consumo, el confort, el relax o el placer, así como la belleza, son el día a día que podemos observar que se nos transmiten en la multitud de anuncios con que nos bombardean en todas las cadenas televisivas. Sin duda es una herramienta de gran influencia a niveles de masa y que puede llegar a calar hondo en nuestras actitudes, visión de las cosas y comportamientos, pues, sin darnos a penas cuenta, están dirigiendo nuestra escala de valores hacia lo que a “ellos” les interesa. Ya lo decía el sociólogo Gustave Le Bon en 1895 en su libro “Psicología de las masas”: “las imágenes evocadas en la mente de las masas son aceptadas por ellas como realidades”.

De esta manera, si en un anuncio aparece una imagen de una pareja agobiada por el estrés que le genera el trabajo, los niños, hacer las compras… y luego otra imagen de los dos solos en una playa paradisiaca, tu mente enseguida va a entender que eso es lo que tú también necesitas para sentirte tan relajado como ellos.

Se me viene a la mente un polémico anuncio de hace unos años. Lo lanzó la marca de embutidos Campofrío. En él se invitaba a las mujeres al relax, a descargarse de las tensiones y de las presiones sociales a las que se ven diariamente sometidas; entre dichas causas de estrés están las que causan los hijos en el hogar, tal y como se apreciaba en la primera escena del anuncio: una madre en plena faena con los hijos y demás labores de su casa. A continuación, la imagen nos llevaba hasta el interior de un restaurante llamado “Dulce Calma”, el cual ofrecía a sus comensales, todas ellas mujeres, por cierto, menús muy originales cargados de contenido relajante y liberador: “El primer restaurante que cocina recetas libres de estrés”, citaba su slogan.

En definitiva, los mensajes que este anuncio transmitían son los mismos que las feministas radicales reivindican constantemente: la liberación de la mujer de las ataduras que suponen la crianza de los hijos e incluso el matrimonio y la familia, buscando el relax en deshacerse de sus responsabilidades como madre y esposa, pero, a su vez, dejando al hombre por los suelos, hecho que no debe de sorprender pues para este colectivo de feministas el hombre es un ser que estorba en sus vidas.

Este anuncio, al igual que otros muchos, así como los programas de televisión o vídeos que circulan por las redes sociales, calan profundamente en muchas mujeres por sentirse totalmente identificadas con la presión a la que están sometidas. Y en parte lo entiendo perfectamente. A las mujeres nos han engañado con el cuento del empoderamiento y la igualdad, nos han llevado al pluriempleo: hay que dar la talla en el trabajo a tope, porque nosotras somos super eficientes y eficaces, pero claro, también hay que llegar a casa para atender a la familia, actividades de los hijos, el hogar… en fín, que cuando llega la noche una ya no tiene tiempo ni de mirarse al espejo.

Por esto, el estrés y tensión en nuestras sociedades progresistas es una situación más de mujeres que de hombres, y por esto mismo, esos anuncios, como los de Campofrío, van dirigidos a ese público, a nosotras que saben que soñamos con tener más tiempo de “relax”. Y claro, como las reivindicaciones feministas no van por la línea de bajar el ritmo laboral para desestresarse precisamente, lo que hacen es dar a entender que hay que deshacerse de eso otro que nos hace vivir cuasi como esclavas: la maternidad y la familia.

Ya lo decía el filósofo, politólogo y sociólogo Friederich Engeles, en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”: la familia es el lugar en el que se vive la represión y las mayores injusticias, por lo que consideraba, había que abolirla.

Y da la casualidad, que esas ideas de mediados del siglo XIX, siguen en boca de las feministas que dicen representarnos a todas las mujeres.

No se piden más ayudas para que se pueda atender a la multitud de tareas que conlleva una familia, lo que se pide es directamente la independencia y liberación del hogar, de los hijos y del marido. Considero que esta búsqueda de la igualdad laboral que hace años comenzó, es un gran avance para la sociedad y un derecho de las mujeres, pero no debe de hacerse a costa de la familia y el matrimonio y a costa de engañar a la mujer diciéndole que ella es “todopoderosa” y puede compaginar todo.

No quisiera finalizar sin mostrar algunos de los menús que este restaurante, anteriormente citado del anuncio, ofertaba:

Por otro lado, no falta la desvalorización de los padres (los varones) que sí se involucran en la educación y responsabilidades familiares pero que en este anuncio aparecen como opresores o pasotas que no intervienen en las labores del hogar:

Se nos ofrece indirectamente el papel del rol de mujer como ama de casa infeliz, explotada y subordinada al cuidado del hogar y de los hijos. Reivindicando así su derecho a realizarse como mujer en el mundo laboral como algo principal en la escala de valores, tiempo para ella: gimnasio, estética… y finalmente, si cabe el caso, la familia. Se incita a pensar que una mujer que quiere ser libre debe alejarse de su labor maternal. Se transmiten las funciones paternas y maternas con los hijos como una continua rivalidad, no como una labor que se realice con amor y que se compagine entre los cónyuges como algo normal en muchos matrimonios, y por supuesto, la idea de que no casarse y/o no tener hijos es una opción fantástica para así lograr ese nivel laboral: directora general mundial, con mayor facilidad, como se nos diría en este anuncio.

Estas ideas, propias de una sociedad egoísta e individualista, no son lo que la muchas mujeres quieren para sus vidas, pues, de entre ellas, algunas nos sentimos muy felices con nuestra familia, sin embargo, sí que es la mentalidad que casi sin darnos cuenta, está calando cada vez más entre los jóvenes, ante lo que pienso que hay que educar y alertar a los niños desde pronto para que no caigan en estos pensamientos feministas que no hacen más que hacer creer a la mujer que para ser feliz necesitan cambiar de vida. Idea que se sostiene con la frase que podemos ver en el comienzo de este anuncio: “Pavo frío, alimentando otro modelo de mujer”. De hecho, ya es fácil contemplar en nuestra sociedad a cada vez más mujeres solteras o que retrasan mucho tiempo la llegada del primer hijo en la pareja.

El lavado de cerebro de las masas es ya un hecho patente, ¡sálvese quien pueda!

Un saludo, la Paz y hasta muy pronto.

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