La diferencia más radical entre los cónyuges

Las diferencias pueden multiplicarse casi al infinito, y referirse a cuestiones de relieve o a minucias, que cada uno de los cónyuges percibe sin embargo, de ordinario, como muy relevantes, porque chocan con el modo como ha vivido hasta que se casó

Cuando nos casamos

Al margen de cualquier circunstancia que acompañe a la boda, de los modos de ser de los contrayentes y de sus familias, de la preparación de unos y otros, de la buena voluntad que pongan en el empeño y con la que inicien la convivencia en común, quienes se unen en matrimonio se enfrentan siempre e inevitablemente con una diferencia muy característica y, al menos en un primer momento, no fácil de percibir y, menos aún, de superar.

Por eso me atrevo a calificarla como la diferencia más radical entre los cónyuges.

Los recién casados se encuentran siempre con las diferencias derivadas del modo como concebían la vida y organizaban el hogar sus respectivas familias de origen.

¿Por ejemplo?

No necesito esforzarme mucho para encontrar un ejemplo, porque el que voy a esbozar refleja bastante fielmente las diferencias entre mi propia familia de origen y la de mi esposa.

Bastará con afirmar que mi padre era militar, y el de mi mujer, filósofo.

El resto lo dejo a la imaginación del lector y me centro solo en los horarios; en particular, en el de la comida del mediodía.

Más ejemplos

Las diferencias pueden multiplicarse casi al infinito, y referirse a cuestiones de relieve o a minucias, que cada uno de los cónyuges percibe sin embargo, de ordinario, como muy relevantes, porque chocan con el modo como ha vivido hasta que se casó.

Pueden, por ejemplo, afectar a realidades más de fondo, como:

Y pueden referirse a asuntos menos relevantes (así lo parecen a quien no los sufre) o meramente organizativos:

Las diferencias entre las respectivas familias de origen se “reflejan” en el nuevo hogar y pueden ser fuente de problemas.

La raíz del problema

El verdadero problema deriva del hecho, cada vez más comprobado, de que los primeros años de vida dejan una honda huella en la manera de ser y de juzgar la realidad de cualquier ser humano.

Y es lógico:

Se trata de algo lógico y de entrada casi inevitable.

Pero conviene notar buena nota y prestarle la atención que reclama, para impedir sus efectos más nocivos: en resumen, el que, casi sin proponérselo, cada cónyuge tiende a “imponer” al otro las costumbres de su familia de origen, que son las que considera buenas, y a rechazar o aceptar muy a regañadientes las que provienen de la familia del cónyuge, que inconscientemente tiende a tildar de malas.

Casi inevitablemente, consideramos la manera como se vivía en nuestra familia de origen como el modo en que “hay que” vivir en el propio hogar, como “la” manera adecuada de organizarlo.

Su “evolución”

Si el lector no está de acuerdo con lo que afirmo, probablemente se deba a que él sí que está pensando, precisamente ahora, al leerme, lo absurdo que podría parecer cuanto expongo.

Si no se advierte la necesidad de modular las diferencias provocadas por las familias de origen, para crear un modo nuevo de organizar la propia, la tensión puede ir creciendo con los años y generar desencuentros incluso graves.

Para terminar

No puedo esbozar ahora los distintos desarrollos de este problema o las diversas maneras de encontrarle solución una vez que se ha ido haciendo fuerte en el seno de un matrimonio.

Me importaba más bien:

a) Por un lado, conocer un poco más de cerca el papel de las diferencias en la vida humana, a la luz de una de ellas, que prácticamente experimentará, con más o menos virulencia, cualquier persona casada.

b) Por otro, advertir que la situación que se genere será muy distinta:

c) Por último, ayudar a ser conscientes de que esto último depende en gran medida de que se logre sacar o no a la luz el origen de las diversas diferencias, como veremos en otra ocasión.

Entender con claridad lo que son las diferencias y sus respectivos orígenes es imprescindible para encontrar la solución adecuada a los distintos problemas que plantean, en la vida conyugal y familiar.

Salir de la versión móvil