Estas palabras no deberían usarse para referirse a los seres humanos, y con ellas, deberían desaparecer sus connotaciones. Son palabras policía utilizadas por movimientos que se alimentan de compasión, de pena, de lástima.
Pocas cosas hay en el mundo que me produzcan tanto desprecio como el victimismo. Ni siquiera sé qué parte es la que más detesto; si la debilidad de quien se considera víctima a sí mismo, si la cobardía de quien se aprovecha de ello, o si la compasión de los que lo apoyan.
Una víctima de verdad es alguien herido, alguien muerto, alguien lisiado. No son víctimas todas esas personas sin vida, sin oficio ni beneficio que deciden que, como su rutina es tan sumamente aburrida para la genialidad de su ser y viven algo demasiado ordinario para la unicidad de su existencia, así como que somos demasiado mediocres para la magnanimidad de su espíritu, entonces van a hacer ruido, van a llamar la atención de la única forma que concibe su mente ovina (con todo mi respeto hacia las ovejas) y, como no son capaces de hacer algo grande por el mundo, se hacen pequeños. Tan pequeños que lloran con más fuerza que un recién nacido para captar la misericordia de todos los demás… Y cuál no será su sorpresa al descubrir que su unicidad no es tan única, sino que están rodeados de gente absolutamente igual a ellos que se apropian de la idea y comienzan a llorar también.
Ahora resulta que no son los verdaderos genios en esta Conjura de los Necios, sino los tristes y desgraciados conjurantes. Cuando se han dado cuenta por fin, también se alarman al saber que hay verdaderos genios sueltos… Y que pueden destronarlos.
Entonces cogen su martillo y se dedican a aplastar a cualquiera que dude de su desgracia. ¿Qué ocurre? Que todo es efímero; todas las desgracias pasan y vuelve la calma, dejándolos sin su tan ansiado protagonismo.
Solo hay algo que no acaba desde que naces hasta que mueres: tu condición biológica. Eso es algo que está siempre ahí; no puedes dejar de ser lo que eres. Un humano no puede ser una vaca, y un negro no puede ser blanco y viceversa. Y ahora nuestra desgracia es haber nacido, como diría Segismundo.
Si naces mujer, porque naces mujer; si naces negro, porque naces negro; si naces homosexual, porque naces homosexual. El victimismo es el oficio de aquellos que no son capaces de hacer nada de provecho, así que se hacen activistas… Que para quejarse de la vida de los demás solo hace falta ser un sinvergüenza.
Pero en esta sociedad, hasta quejarse se ha convertido en un arte. Dónde no habremos ido a parar, cuando la decadencia del arte es tan insalvable que los inútiles amargados y frustrados por lo triste de su vida, deciden que van a volver a ser niños y a imaginar que todo lo que deseen se hace realidad. Hoy “deseo” que juguemos chicas contra chicos a que nosotras somos mejores. Y si no tiene sentido, increpo a medio país hasta desgañitarme, que ya habrá otro más tonto que yo que siga gritando.
Hoy “deseo” jugar a las batallas, oprimidos contra opresores y se decide en qué equipo vas por tu color de piel. Y si no te gusta, te reventamos a palos y tiramos estatuas.
Hoy “deseo” que se me haga un desfile por meter en mi cama a quien me dé la gana… ¿Que tú también puedes acostarte con quien quieras? Mentira, eres una víctima del sistema, si lo aceptas te puedes venir conmigo; si no, te denuncio por no dejarme jugar a lo que yo quiero.
Una mujer violada o asesinada es una víctima, una persona apaleada por su orientación sexual es una víctima, si una persona inocente fuera asesinada por su color de piel (y por nada más que por eso) sería una víctima; el resto solo son sanguijuelas que también quieren que se les vea.
Todos los que se manifiestan por aquellos que ya han muerto, alegando ser víctimas también, no lo son. Son idiotas. Y en estas estamos. En el día de hoy todo el mundo puede ser quien quiera, menos tú, claro, tú no… O eres lo que ellos quieren, o no vale porque estamos en “crucis”.