El cementerio de los Mártires

En Paracuellos de Jarama, entre el 7 y el 4 de diciembre de 1936, sucedieron los mayores fusilamientos referidos a la Comunidad de Madrid, durante la Guerra Civil española.

No es de extrañar que el Papa San Juan Pablo II denominase el siglo XX el siglo de los mártires, de los testigos de la fe, de los que dan la vida por la verdad. Un mártir es una persona que acaba muriendo por amor a Dios, perdonando y orando por su verdugo a imitación de Cristo en la Cruz.

“Mejor morir de pie que vivir de rodillas”.

En Paracuellos de Jarama, entre el 7 y el 4 de diciembre de 1936, sucedieron los mayores fusilamientos referidos a la Comunidad de Madrid, durante la Guerra Civil. Según fuentes oficiales, en el cementerio hay unos 2.000 cuerpos enterrados. Sin embargo, si acudimos a las fuentes recabadas por historiadores especializados en el tema, caemos en la cuenta de unos 4.000 difuntos en este lugar.

¿A qué se debe este desbarajuste? Al hecho de que el dato oficial viene determinado por unas listas oficiales de la cárcel Modelo. Sin embargo, no refleja la realidad, ya que hay personas listadas como enterradas en Paracuellos que aún se encuentran vivas. Y es que no es cosa sencilla alcanzar una lista verídica. No, al menos, sin contemplar el conjunto.

En eso se basan los historiadores especialistas, en seguir el recorrido de los presos por las diferentes cárceles, desde la Modelo, la que más cuerpos aportó a este cementerio, hasta las de San Antón, Porlier o Ventas. Asimismo, es importante entender los sucesos paralelos en mayor o menor medida, como los fusilamientos de Rivas-Vaciamadrid o Aravaca.

Fue en ese invierno de 1936, donde Santiago Carrillo y compañía, decidieron la “solución final” para erradicar a cualquier disidente de sus ideas, o aquel que simplemente no luchaba por la causa con suficiente fuerza. Aunque se desconozca la cantidad de muertos exacta, a ciencia cierta se testificó que los hubieron de todos los colores y edades. Desde 600 falangistas, a miembros de UGT-CNT traicionados por sus compañeros, pasando por más de 200 menores inocentes de cualquier crimen, algunos siguiendo solo a sus padres. Hasta ese punto llegaba la crueldad, en pro de una falsa promesa por un mundo absurdamente idílico y utópico.

Partiendo de la cifra de 4.000 difuntos, cabe señalar que, en tan solo los dos primeros días de los fusilamientos, cayeron unos 1.200 militares. Incluso los retirados, pues eran un peligro por su no adhesión a la República. Se encuentran enterrados en las dos primeras fosas que cavaron.

Otros días de especial memoria son los 28 y 29 de noviembre, en los cuales se fusilaron el mayor número de religiosos. A los que hoy en día encomendamos nuestras almas, por la intercesión de los santos, siendo considerada la visita al cementerio causa de indulgencia plenaria.

Cabe destacar que de este cementerio no se ha inhumado nadie. Todo lo contrario, se han exhumado alrededor de unos 500 difuntos desde Soto de Aldovea.

Cuenta la leyenda (y los planos de arquitectura que son verídicos), que el origen del Valle de los Caídos iba a situarse en el cementerio de los Mártires. Sin embargo, acabó localizándose en lo que conocemos como Cuelgamuros.

Hay que ser cautelosos en llamar a este lugar el cementerio de los Mártires. Porque, ojo, no todos merecen ser llamados así. De hecho, podríamos decir que es una minoría en términos relativos. Aunque sabemos que el testimonio de un solo mártir provee de la suficiente hazaña para la generación futura.

Actualmente, hay unos 150 mártires y otros 100 propuestos para su reconocimiento. Muchos de ellos religiosos. Es más, hasta una treintena de órdenes religiosas podemos encontrar allí. Seguro que son fruto de vocaciones.

Las 4.000 personas -o las que fueran- serán siempre recordadas por tamaña masacre y qué mejor forma de hacerlo que con una Cruz casi tan alta como el monte (como se puede ver en la foto del artículo). Esta Cruz es signo de contradicción para el mundo, es ver a través de los ojos de Cristo lo que todavía sigue sucediendo en ese lugar.

A semejanza del cuadro de Goya, sobre los sucesos de mayo, me imagino a los valientes españoles traídos en furgones, como ganado, en la matanza de Paracuellos, cruenta e inhumana. Lanzándose los más fieros contra sus asesinos, mientras que los más piadosos pedían que solo fuese su vida y no la del resto, aclamando sus últimos: ¡Viva Cristo Rey! Además de pedirle compasión a sus asesinos, desconocedores de todo calor humano.

La otra cara de la moneda, es que, al igual que Jesús compartió espacio en el Getsemaní con un malhechor, estos mártires están enterrados en el mismo campo que miembros de la CNT, del Partido Comunista y otros perseguidores. Te preguntarás por qué y con todo el sentido. La respuesta es relativamente sencilla: el mal no hace amigos, no se fía ni de su sombra. Así fue que mataron a los nuevos adheridos al partido, si no disponían del carné correspondiente, y a los viejos militantes que no pudieron demostrar su participación en las huelgas de 1934 en Asturias.

“Mejor fuera decir que cada patria viviente es una sinfonía inacabada, que cada hombre conoce y siente, más o menos, en proporción de su memoria y afición. Hay almas que recuerdan muchos compases que las otras y las que mejor se saben la música ya oída suelen ser las que más intensamente anhelan la que les falta oír y las más capaces de componerla”. – Maeztu

No quisiera imaginarme un pasado en el que Franco terminase derrotado y España como un satélite de la URSS, puesto que, si ya tenían a las chekas, expertas en torturas y asesinatos, podrían haberse equiparado a lo acontecido en la Alemania Nazi contra los judíos. Y no a la viceversa, como muchos nos querrían hacer creer con la herramienta de borrado de la “memoria histórica”, cuyo único objeto, repetido en la inmortalidad del hombre y en palabras de Maeztu, es impedir que las personas puedan aprender la música que su nación representa, no pudiendo bailarla, ni perfeccionarla, parando en seco en nuestra España el carácter humanista universalizante que tanto la ha caracterizado desde su comienzo.

Fuente: Principal (martiresdeparacuellos.com) y testimonio en primera persona de José Manuel de Ezpeleta.

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