Las mariposas en el estómago, las miradas furtivas, el tartamudeo y las frases inconexas, la mejilla que se ruboriza, el corazón que se acelera y en definitiva, la cara de idiota profundo que se nos pone cuando encontramos a “esa persona” que aparece en nuestra vida como un elefante en una cacharrería. No, eso no va a desaparecer ¿y saben por qué? Porque es pura biología. Eso a lo que llamamos enamoramiento no es más que una explosión de hormonas que nos mueven a ser más impulsivos y menos racionales. Es un atontamiento necesario que nos permite darle a la otra persona la oportunidad de darse a conocer sin que nuestros instintos de juez supremo nos lo impida. Pero desde luego tiene fecha de caducidad, un buen día las mariposas desaparecen y vuelves a ser capaz de terminar frases con sentido, es entonces cuando el enamoramiento abre las puertas a lo que de verdad merece la pena, el amor.
El amor es un acto de voluntad, lo crean o no. El amor consiste en elegir día tras día a la misma persona, porque podemos hacerla feliz, y porque precisamente el simple hecho de intentarlo es lo que nos hace feliz a nosotros. Es la prueba de que hay mucho más en dar que en recibir. Es la confirmación de que estamos llamados a ser una sola carne. Hay incertidumbre, sí, hay confusión, hay idas y venida, y desde luego muchas muchas diferencias, pero hay un proyecto en común, una misma visión de a dónde queremos llegar, y aunque a uno le guste dar más rodeos, para disfrutar del paisaje, mientras el otro preferiría ir a tiro hecho, para descansar en la meta, los dos tienen claro que el camino está para recorrerlo juntos. El amor significa cocción a fuego lento, aprender a subir al mismo ritmo las escaleras de vida, disfrutar de las etapas que nos depara nuestra existencia y hacerlo en compañía de la única persona que siempre te cubrirá las espaldas. Y esto no implica renunciar a nuestro espacio, o tal vez si en cierto sentido, pues el amor te lleva a confiarle lo que más proteges, tu yo interior, a la persona que amas, porque sabes que ella cuidará mejor de ti de lo que tu has hecho todos estos años, pero claro, solo lo hará si eres sincero, si te abres de verdad y le permites entrar hasta los lugares mas oscuros de tu corazón.
Suena bonito ¿verdad? Pues siento comunicarte que ésto ya no está de moda, y al igual que nuestros amados casetes, ya solo lo encuentras en pequeñas tiendas vintagey con mucha mucha suerte. La gente ya no quiere cocina a fuego lento, sino comida rápida y si lo puede traer Glovo, mejor. No quiere frenar su ritmo de vida para compaginarlo con el otro, así que en vez de correr en pareja, mejor me voy solo al gimnasio y así no tengo que bajar mi ritmo. Ahora nadie está dispuesto a abrirse a nadie más que a sí mismo, para que no le hagan daño (como ellos han hecho tantas veces) y prefieren la idea de un corazón de piedra infranqueable a uno palpitante lleno de cicatrices. Hoy en día, nadie tiene interés por escuchar al otro, sólo desea que el mundo les oiga a ellos, por eso cada vez tienen menos alcance las emisoras de radio y existe más variedad de podcasts circulando por la web. La gente odia la incertidumbre, lo que no puede controlar, y como si de una serie de Netflix se tratara, quiere hacerlo todo de golpe, de un atracón, marcando los ritmos para frenar o acelerar lo que le interese y cuando le interese, porque claro, cuando termine la novedad, a por otra cosa mariposa. Quiere algo exclusivo, para luego convertirlo en algo en serie, todas sus parejas tienen que cumplir el mismo patrón, y si no cambia por mi, es que no me quiere, pero claro, que no se le ocurra pedirme a mi que cambie por él, porque entonces estará admitiendo que no me acepta como yo soy. Hombre por favor, si soy perfecta ¿quién se ha creído este que es?. No señores, así no vamos a ninguna parte. El tiempo se acaba y la soledad apremia. Seamos felices, hagamos felices a los demás.
Este 15 de febrero, volvamos a ponerlo de moda. ¿El 15? ¿No es San Valentín el 14? Si, por eso mismo. Hagámoslo cuando nadie lo espere, rompamos el molde, comencemos de nuevo. Regalemos rosas cuando nadie lo espere, vayamos a recogerle al trabajo cuando no sea una fecha especial, empecemos juntos ese plan deportivo, esa nueva afición, esa hucha para la hipoteca. Amemos como si fuéramos a morir mañana, porque de hecho, una vida sin amor es lo más próximo a la muerte que vamos a conocer en este mundo. Riamos, lloremos, vivamos a fin de cuentas la vida que hemos soñado durante tanto tiempo con esa persona que aun nos hace sonrojar, porque el amor también es eso, magia, es inexplicable, es voluntad pero también deseo, es esfuerzo pero también recompensa – y qué recompensa -. La capacidad de amar es el mejor regalo que nos pudo hacer el mismísimo Dios, en el momento de la creación, y ciertamente, nos va la vida en ello. Volvamos a ponerlo de moda. Si pudimos recuperar los pantalones de campana, las gafas lloronas y los petos vaqueros (aunque pagando un riñón por ello) podremos conseguirlo con el amor. Puede costar lo mismo pero es para toda la vida.