El amor a la patria, ese amor sereno y firme

El amor a la patria es un amor sereno, estable, de orgullo por la tierra que dio forma a tus raíces y a la que debes parte de tu manera de ser y de sentir. El amor a la patria no es excluyente, no es discriminatorio.

El amor a la patria es una de las cosas más bonitas que podemos -y debemos- inculcar a nuestros hijos, sin contar por supuesto, el amor a Dios. Y vale para cualquier nación. Yo soy español y es preciosos ver familias enteras en el desfile de las Fuerzas Armadas el día de la Hispanidad en Madrid, llenos de banderas, gritando Viva España, orgullosos de su ejército, de su bandera y de su tierra.

El amor a la patria es un amor sereno, estable, de orgullo por la tierra que dio forma a tus raíces y a la que debes parte de tu manera de ser y de sentir. El amor a la patria no es excluyente, no es discriminatorio. Es un amor que acoge y respeta pero que defiende los suyo. Es el amor de una familia que admira y respeta a las demás pero que mira primero la suya, la defiende ante las críticas, aunque se sobra sabe que tiene defectos y que esas críticas pueden tener algo de cierto. Pero la familia se defiende a capa y espada, y la patria también. Y cuando quienes la critican son parte de esa misma familia, de esa patria, entonces, con el corazón rasgado, se sigue defendiendo sin admitir un insulto ni una ofensa.

La historia de un país va forjando el carácter, da forma a los pueblos, las ciudades y las leyes, por eso, cada persona se mira en sus padres y abuelos y también en su pueblo y en su patria. Raíces, tradiciones, familia, costumbres… palabras preciosas que llenan el corazón de alegría y orgullo y cuántas veces también los ojos de lágrimas de pura emoción.

Escuchar el himno nacional viendo ondear las banderas, leer capítulos épicos de nuestra historia, conocer nuestra tierra, saborearla y vivirla, cantar sus canciones y disfrutar sus fiestas y tradiciones y escuchar a nuestros abuelos, son esas cosas que nunca deberíamos de dejar de hacer con nuestros hijos por mucho que la prisa nos lleve en volandas.

Llevar la bandera en la solapa o ponerla en la ventana de casa, celebrar con postre especial los días nacionales o de gestas históricas, releer esas mismas gestas y aprender los poemas. Educar, en fin, en el orgullo patrio, honrar a nuestros mayores, a nuestros héroes, a los que dieron la vida por su patria defendiéndola de quienes la atacaban o buscabas destruirla, honrar esa historia que hizo de nosotros lo que somos.

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