Last updated on noviembre 11th, 2021 at 01:15 pm
El jueves 4 de noviembre de 2021 falleció una de las tres niñas atropelladas a la salida del colegio Montealto — de Fomento de Centros de Enseñanza en España— por otra madre a la que los mandos del coche le jugaron una mala pasada. La pequeñita, de solo 5 añitos, moría poco después mientras su madre y la conductora del vehículo seguían fundidas en un abrazo entre sollozos de desconsuelo.
Cuantas menos palabras añada un servidor a esta tragedia, tanto mejor. El lector, la amable lectora, buscarán la noticia en la prensa. Compartimos aquí en primicia el mensaje del padre de la niña fallecida a la comunidad educativa del colegio a través de grupos de WhatsApp. Un mensaje que es un acto de amor, y que refleja diáfanamente una cosa, entre posiblemente otras.
Lo que refleja este mensaje escrito y compartido por el padre de la niña muerta, ya en brazos de Dios Padre, Creador y Providente, es el espíritu con el que se creó este tipo de colegios, y que anima toda la labor de la comunidad educativa: padres y madres, profesores y niños y niñas. Por sus frutos los conoceréis, a los buenos árboles por los que circula savia de vida, frente a los huecos y que solo aparentan con su follaje. Una estrella más brilla en el cielo, un alma más contempla la Gloria de su Padre Dios. Si algo mueve a los padres de estos niños, abrazados en la tragedia, es el amor, la esperanza, y la Fe en que todos sus sacrificios por sus hijos son parte de un proyecto de vida que ni la misma muerte puede truncar. Colegios de inspiración cristiana, saben que la muerte fue vencida, y solamente desde esta perspectiva se puede sobrevivir cuando algo así te sacude. ¿La alternativa, en ocasiones, secular? Suicidios, divorcios, demandas millonarias, niñas rotas para siempre. Solo el perdón y la compasión (morir-con) sana.
EL MENSAJE DEL PAPÁ DE LA NIÑA MUERTA
Buenas familia, —escribe el padre, «familia», que no «familias»— he sentido que tenía que escribir esto…
Una familia que siempre ha estado unida.
A menudo, me pregunto por qué tuve la suerte de que mis padres un día eligiesen el colegio Montealto y el colegio el Prado para cursar mis estudios, para cultivar mi alma. Con el paso de los años fui yo quien debió elegir a qué colegio mandar a mis hijos. Nunca negaré que dudé si hacerlo a los mismos donde yo estudié. En días como hoy, comprendo y doy gracias por haber seguido los pasos de mis padres.
Ayer un terrible accidente se llevó al cielo a una de nuestras niñas. Un terrible accidente dejó rotas a dos familias y heridas a otras dos. Mientras María se debatía entre la vida y la muerte su madre abrazaba y consolaba a la madre que la había atropellado. Entre tanto miles de llamadas y mensajes de texto circulaban por nuestros teléfonos preocupados por lo que estaba sucediendo en ese momento. Otras dos de nuestras familias acudían a los hospitales sin saber el estado de sus hijas.
A partir de ese momento, y mientras las peores informaciones se confirmaban, cientos de plegarias se dirigían al cielo, miles de abrazos consolaban a decenas de familias hundidas. Pero es ese roce, la fricción de los abrazos, y la llama de las lágrimas unidas, las que juntas han iluminado nuestra gran familia. Sorprende la unión de nuestros colegios. La fe con la que conociéndonos, y sin conocernos, nos arropamos y lloramos juntos.
Hoy, y a pesar del dolor, no puedo sino soñar con la ilusión con la que los padres fundadores crearon una comunidad tan unida, y me pregunto si ellos también soñaron algún día con que hoy Fomento fuese una única gran familia que ríe al unísono, que reza unida, pero que sobre todo abraza y ayuda a quienes más lo necesitan. Hoy me siento orgulloso de poder compartir colegio con unos padres que a pesar del dolor consuelan a quién más lo necesita.
Permanezcamos unidos, abracemos a quienes hoy sufren, sigamos ensañando estos valores a nuestros hijos, y recemos mucho para que María nos cuide a todos, y especialmente a sus padres, desde el cielo.
María se llaman las dos mamás. La madre de la niña fallecida es trabajadora del centro y la avisaron. Salió como una flecha a coger a su hija en brazos y mientras la hablaba tranquilizándola y consolándola como solo nuestra madre puede hacerlo, se le escapó entre los entresijos del alma para ya pasar de ser cuidada a cuidar a su familia ella desde la eternidad. No estás sola. le repetía la mamá mientras la abrazaba minutos antes de morir la pequeña. Mamá está contigo… Todo va a salir bien… Y la pequeñita, también de nombre María, ya siempre con ellos y en todo lugar. De nuevo la historia se repite. Tres Marías eran, y junto a la Cruz. Muerte y Vida se juntan en un grito de Esperanza.
Acabo de fallecer en vida con tu hija. Le decía la madre conductora cuando —corriendo hacia ella la mamá de la fallecida— se abrazaban con todo el amor que solo puede dar una Amiga.
In Pace, Mariquilla!