Muchas veces hablo de lo importante que es vivir despacio. Disfrutar de la serenidad, de las pequeñas cosas, de mirar tranquilamente los pájaros o pasear sin prisa.
Para mí es la clave para casi todo, para el buen humor, para la vida espiritual, para la alegría, para no enfadarte en casa…
Y si vamos más allá de nosotros, y lo pensamos hacia nuestros hijos, entonces no es sólo importante, es vital. Caminar despacio cuando les llevamos de la mano, no decir continuamente “venga, de prisa, corre” para todo y muchas veces sin razón ni necesidad alguna. Pararnos cuando ellos se paran a mira run bichito, cuando nos preguntan algo, parar, agacharnos, mirarles a los ojos, sonreír y responder sin prisa, acompañando sus pensamientos y preguntas.
Me parece fundamental hacer menos cosas y hacerlas bien y despacio aprendiendo nosotros, y enseñándoles a ellos, a disfrutar y saborear lo que hacemos, aunque sea vestirse por la mañana o ir camino del cole. No hay prisa nunca para nada, porque los tiempos, tus tiempos y los de tu familia, los marcas tú. Y si da tiempo a hacer la mitad, pues mejor.
Los niños necesitan serenidad, vivir despacito, a su ritmo, observar y disfrutar observando. Necesitan dedicarle a las cosas el tiempo necesario para entenderlas y vivirlas, asimilarlas, preguntarse por ellas y contemplar.
Si le enseñas a tu hijo el color del cielo al amanecer, déjale allí mirando, el tiempo que él quiera, tanto si te parece mucho como si te parece poco, es el tiempo que él necesita.
Es verdad que hay veces que hay que ir deprisa, porque ha habido un imprevisto y no llegamos a tiempo al colegio o porque nos esperan los abuelos a comer. Pero han de ser excepciones, no pasa nada, mientras no sea la regla general.
Y si hacemos menos cosas, será más fácil hacerlas tranquilamente y sin prisas.
Es como la regla de oro del orden, si tienes poco, estará ordenado.
Por eso, déjame que insista. Haz menos cosas, no cargues ningún horario, mete en tu plan de vida sólo lo básico. Y si estamos hablando de tus hijos, entonces más aún. Bastante tienen con el colegio y estudiar, no metas más cosas, especialmente cuando son pequeñitos, déjales jugar, pasear y buscar sus propios juegos. Déjales inventar, leer, dibujar y preparar teatros y bailes, disfrazarse…sin prisa. No les digas “venga, corre”, diles más bien, “cuando la aguja esté aquí hay que irse a la bañera” y ya está, nada más. Sé previsor tú para que no haga falta correr. Adáptate tú a su ritmo y no les hagas a ellos vivir a la velocidad de vértigo a la que nos hemos acostumbrado a vivir. Déjales ser niños