Cuando falla la familia, tiene que estar la escuela

Muchas veces a lo largo de mi trayectoria de orientadora me he encontrado con niños rotos por el desastre de sus familias. Entonces, un buen profesor les puede salvar la vida.

Muchas veces a lo largo de mi trayectoria de orientadora me he encontrado con niños rotos por el desastre de sus familias. Entonces, un buen profesor les puede salvar la vida.

“Tengo algo que más que contarte”. Así es cómo se despide Helios cada vez que viene a verme al despacho. Parece que nunca quiere irse.  Siempre me tiene que contar algo más; cosas sobre su padre; “secretos” sobre su madre, su hermano pequeño, sobre el novio de la madre que está en la cárcel porque la pega… o sobre las peleas con Javi porque “me  mentó los muertos y eso no lo voy a  tolerar; que se acaba de morir mi tía”.

En el colegio Helios tiene problemas con otros chicos. Sólo sabe relacionarse a tortas. Ya le ha dicho su padre que “si alguien se mete contigo, le rompes una silla en la espalda y ya verás cómo dejan de meterse contigo”. En cuanto alguien se ríe a sus espaldas, se da la vuelta y se lía a guantazos. “No importa si no se ríen de mi… es por si acaso”.

Helios es un niño inteligente, le gusta leer. Tiene varios tomos del “Diario de Greg” que lee insistentemente, incluso en el colegio; se sienta en la última fila y sin que la profesora se de cuenta saca su libro y lee a escondidas.

Helio suspende. No estudia. Nadie se preocupa de si aprueba o no. En casa no tiene dónde estudiar. Los fines de semana que se va con su padre, a un pueblo lejos, no puede llevar los libros ni libretas porque no sabe si las  traerá de vuelta; lo que si vuelven son los deberes sin hacer. El padre le deja en casa de un tío porque su nueva pareja no traga al niño. El tío, se dedica a ver la televisión. Le deja jugar lo que quiera a la consola. Por la noche viene una mujer a verle, debe de ser su novia, pero no la conoce.

La madre ha tenido una vida dura. Su última pareja, padre del bebe de un año, hermano de Helio, está en la cárcel porque la pegaba. Helios salió a defenderla y acabó él también con “lo suyo”. Helios quiere muchísimo a su madre. Sabe todo por lo que pasa ella: la falta de dinero, el agobio con los críos, la injusticia, las mentiras que tienen que inventar para salir adelante, disimulando que todo va bien. “Yo soy fuerte, una luchadora” dice la madre, que no tolera que te metas en sus cosas.

Helios me cuenta que, “los sábados por la mañana, le preparo a mamá un cafetín y el biberón a mi hermano, para que mamá pueda quedarse en la cama un poco más”. Helios es ahora el “hombre” de la casa, con 10 años; hasta que la madre conoce al siguiente ligue; entonces pasa a ser el hijo de 10 años que sobra…” a ver si te vas con tu padre este finde o a casa de tu amigo”.   

La tutora se dio cuenta que este niño estaba sufriendo y le dijo que viniera hablar conmigo: “vete con la orientadora a ver si te puede echar un cable”. Enseguida empezamos a hablar. Me empezó a contar “sus secretos”, cosas que no me podía contar porque su madre no quería que se dijeran. Necesitaba hablar, salían por aquella boca sus dolores, sus miedos, su soledad, sus silencios, sus terrores. Acaba diciendo: “la verdad es que mi vida es una m*****”

“Helios has hecho muy bien en contarme todo esto que te pasa, son cargas muy pesadas para que las lleves tú solo. Venga, vamos juntos a pelear con todo esto. Tu tutora y yo te vamos a ayudar”.

Así es como empieza un niño dolorido a sanar: cuando alguien en el colegio le escucha y le echa una mano.

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