Nunca he celebrado el día de San Valentín, a mi marido le repele. A mí, la verdad, me viene dando un poco igual pero si se trata de celebrar, bienvenido sea.
Sin embargo, resulta que ahora, con esto de los micromachismos, el patriarcado y tal, pues ya empiezo a pensar que celebrar San Valentín, se convierte en un acto revolucionario (tiene narices…!!) así que como mi marido no de todas formas no va a querer celebrarlo, y a él no tengo nada que reivindicarle, entonces lo celebro “hacia fuera”, como un acto de rebeldía. Como una reivindicación de lo que yo entiendo como amor: el amor generoso, de detalles, de entrega, de renuncia, de ternura, de pensar en el otro antes que en uno mismo, de compartir, de cuidar y dejarse cuidar…
Y muchas veces, claro que sí, ese amor lo expresamos de una manera que desde fuera puede parecer cursi, no digo yo que no. A veces lo expresamos con regalos, con detalles, con una cena con velitas, con una canción especial…que es lo que a fin de cuentas se “comercializa” en San Valentín. Pero es un poco como el día de la madre, será un invento comercial o no, ni lo sé ni me importa, pero me encanta que haya un día en que se celebre mi maternidad, sólo y exclusivamente eso, un día especial para mi porque soy madre…ni tan mal.
San Valentín es un día estupendo para reivindicar la identidad femenina y la masculina, su complementariedad, su especificidad, su manera de sentir y de percibir las cosas de manera diferente.
Esta semana, previa a San Valentín, reivindico el romanticismo, el amor de gestos y detalles. Reivindico que el hombre pueda dar rienda suelta a su caballerosidad sin sentirse atacado y que la mujer pueda dejarse mimar y adular, y que le encante. Reivindico que el hombre sea masculino, y la mujer, femenina.
El ataque continuo a la masculinidad está formando generaciones perdidas, está destruyendo la identidad de muchos jóvenes. A eso le añadimos el rechazo de la identidad femenina y la promoción de la homosexualidad y la transexualidad y entonces creamos una juventud, una sociedad desorientada, incapaz de amar ni de formar una familia.
Un puntal más para el acoso y derribo de la familia.
Tengo la imagen típica de las películas en las que de repente el bueno, en medio de la pelea, se ve rodeado en círculo por los malos apuntándole con sus espadas. Así, tal cual, veo a la familia rodeada por todas esas espadas que apuntan hacia el mismo objetivo: su liquidación. El aborto, el divorcio exprés, la ley trans, los #chilfree, ayudas para la mujer sólo si sale de casa a trabajar, ignorar a las familias numerosas, la eutanasia, las leyes educativas que arrinconan a los padres, la criminalización del varón…espadas todas ellas bien afiladas.
Por eso, este año me parece importante celebrar San Valentín, celebrar las cursiladas y las ñoñerías, celebrarlo con globos, con bombones, con una llamada y un mensaje, con velitas y música…y si no te apetece o no tienes con quién, celebra el amor hacia fuera, como yo. Como un acto de rebeldía.
Y ya, de paso, os cuento que la plataforma Women of the World, por todas estas mismas razones, también celebra San Valentín por todo lo alto y, este año, lo ha hecho enviando una tarjeta a los eurodiputados y a los diputados de España, sólo a los varones, celebrando la masculinidad y la complementariedad, un regalo sólo para ellos. Porque para Women of the World (“las mujeres del mundo”) los hombres son compañeros y aliados, y les queremos y necesitamos como son, masculinos.