Cambio de sexo en menores. La verdad que ocultan

Lo que se hace es dejarlos en manos de los especialistas LGTBI, los nuevos sacerdotes curanderos de la secta ideológica del género.

Los horrores de la transición de género infantil

A los miembros del colectivo LGTBI no les importan las consecuencias tan terribles que pueda tener para un menor el extirparse partes sanas y someterse a tratamiento de hormonas el resto de sus vidas. A ellos los han adoctrinado como a robot a dejarse llevar por sus deseos, sus instintos y su mundo imaginario. Lo único que les interesa es lograr sus objetivos de hacerse visibles, de que la sociedad acepte su inmensa variedad de identidades como algo normal en la naturaleza humana. Esto se ha convertido en una especie de batalla a ver quien puede más: la normativa heteropatriarcal, de la que tanto se quejan, o la diversidad de géneros.

Son individuos manejados por las élites. Que se mantienen activos gracias a las grandes sumas de dinero que les aportan, con los que pueden realizar sus campañas reivindicativas tanto en las redes sociales, medios de comunicación, centros educativos o en las calles.

Por esto, cuando alguno de sus miembros abre los ojos y se distancia de ellos, lo único que va a encontrarse es a esos que antes parecían ser su pequeña gran familia, convertidos en sus peores enemigos. Porque ya sabemos que de las sectas uno no se puede ir así como así, las consecuencias se pagan.

Y esa persecución a la que se verá sometida la persona que decida abandonar esa ideología, se sumará al terrible sufrimiento que le supondrá volver a su vida “normal” anterior a haberse topado con esos activistas embaucadores.

Son cada vez más los adolescentes que pasado un tiempo desde que se sometieron al cambio de sexo, se arrepienten. Y se preguntan llenos de dolor cómo es posible que el “sistema” les hubiera permitido hacer eso cuando apenas eran conscientes de lo que estaban haciendo con su cuerpo.

Esto es lo que afirmaba recientemente en las redes sociales, una joven que 5 años atrás se sometió a una doble mastectomía.

Expresado con gran lamento en un tuit escribía[1], entre otras palabras:

“No puedo creer que me permitieran hacerme este procedimiento cuando era una niña. Nadie podría haberme preparado para la realidad. Me prometieron sol y arcoíris. Felicidad. Toda mi tristeza y disforia de género desaparecerían. Por supuesto, un niño que se sintiera miserable, tomaría eso de inmediato”

Actualmente es incapaz de sentirse identificada con ningún sexo concreto. Sueña con volver a ser la niña que era antes del cambio.

Este es un caso de los ya cientos que están apareciendo y que no salen a la luz. Porque ya sabemos que tan sólo se publica la parte de la realidad que quieren que conozcamos, ocultando la otra cara de la moneda, que es la verdadera, la cruda realidad que se esconde tras las mentiras de la transexualidad infantil.

De por sí la etapa de la vida que va desde la preadolescencia suponen grandes cambios a los que no todos los niños saben o están preparados para enfrentarse. Son muchos los aspectos que aquí entrarían en juego, desde la educación que haya recibido, las relaciones familiares, la madurez que tenga… Por ello no es de extrañar que, dentro de las diversas situaciones a las que se han de ir adaptando, el cambio del cuerpo también es uno de ellos que, a algunos niños, les cuesta más aceptar. Si a esto le sumamos el adoctrinamiento, el que, desde los mismos centros escolares, series de televisión o libros, se les están diciendo constantemente que pueden elegir ser niño o niña según se sientan, el resultado es obvio. A esa confusión se le da una salida fácil: cámbiate de sexo y serás feliz.

Se ignoran los datos que avalan que aproximadamente el 80% de los niños, tras pasar la pubertad, logran aceptar de forma natural su aspecto físico según su sexo biológico. En su lugar, a esa niña o niño que no haya logrado aceptar su sexo biológico aún pasados estos años, es cuando se le ha de remitir a los especialistas que saben cómo enfrentar estas situaciones.

Pero en lugar de esto, lo que se hace es dejarlos en manos de los especialistas LGTBI, los nuevos sacerdotes curanderos de la secta ideológica del género. ¿En qué cabeza cabe hacer más caso a lo que esta gente sostiene sin ninguna base científica que a la evidencia biológica existente?

¿En qué están pensando esos padres que asumen, empujan y aplauden que su hijito querido ya no quiere ser Juán sino María?

¿Es que no se dan cuenta que les van a destrozar su vida para siempre?

Ya no se trata de las consecuencias físicas y que son terribles. Se trata de su ser más íntimo. De destruirle por dentro desde la más tierna edad. ¿Qué va a ser de esa criatura cuando sea un joven que deseé tener hijos y no pueda naturalmente? ¿Qué va a ser de él o ella, cuando no pueda gozar de relaciones sexuales plenas y satisfactorias? Cuando su verdadera naturaleza biológica vaya abriéndose paso entre tanta hormona y operaciones, ¿cómo responder a eso?

Yo, desde aquí tan sólo puedo hacer un llamamiento a los padres para que estén muy atentos y hablen con sus hijos sobre estos temas. Porque en los centros escolares lo que están recibiendo son mentiras y luego vendrán las consecuencias de ese adoctrinamiento.

Hago un llamamiento a los padres que están dejándose llevar por esta moda ideológica. Piensen que sus hijos, aún inmaduros, consideran el cambio de sexo, como si fuera un juego, no saben lo que hacen. No tienen idea de las consecuencias para un futuro. Al igual que los cuidamos para que no consuman sustancias nocivas que los van a destrozar físicamente, ¿cómo no los van a proteger de esto que es irreversible? ¿Cómo los van a someter a un tratamiento hormonal el resto de sus días?

Darles el gusto en esto no es hacerles feliz. Eso de “yo lo único que quiero es que mi hijo sea feliz” es un enorme peligro. La felicidad no está en que ellos decidan lo que quieren. Si tu hijo te pide cortarse un dedo del pie porque así le apetece, ¿lo harían? ¿Por qué entonces permitir que se le extirpen los pechos o el pene? Hay otras salidas a esas confusiones. La felicidad no está reñida con sacrificios y sufrimientos. Eso ayuda a madurar. La felicidad está en aceptar la realidad tal cual es, no en esquivar los acontecimientos adversos. Hay que enfrentarlos con valentía. Y ceder a los deseos, sentimientos e instintos no es ser valientes. Hay realidades que son y serán siempre inamovibles, y la naturaleza biológica jamás se podrá cambiar.

Si estás escuchando esto y eres un adolescente que ahora mismo sientes confusión en cuanto a tu identidad de sexo, te diré una cosa. El género no existe. Tenemos identidad sexual no de género. El género remite a algo que es neutro y puedes elegir como deseés y eso no es posible. Has nacido con un sexo, masculino o femenino, y con ese te morirás. Comienza aceptándolo. Y si no puedes, pide ayuda, pero no a esos que te dicen que puedes elegir porque así serás libre y feliz. Eso es una gran mentira. Hay cosas en la vida que solos no sabemos como solucionar. Es normal, sobre todo en la adolescencia. Estás comenzando a hacerte adulto y son muchos los cambios a los que te enfrentas cada día. Pide ayuda a tus padres, a tus abuelos, catequistas o sacerdote. Pero, sobre todo, a Dios, que es tu Padre y te ha creado tal como eres. Y así te ama. Un saludo, la Paz y hasta muy pronto


[1] https://tierrapura.org/2021/04/27/una-nina-mutilada-describe-los-horrores-de-la-transicion-de-genero-en-la-infancia/

Salir de la versión móvil