La semana pasada nos llevamos a los niños a una librería de segunda mano. Nos costó elegir sólo un puñado de libros y al final nos llevamos 23.
Todos nos apetecía, de todo tipo, novela, poesía, arte, novela histórica, cuentos, jardinería…no sé el tiempo que estuvimos mirando y mirando.
La lectura es el típico reto de los padres, y más ahora con la competencia, más que amenazadora, de las pantallas. Y no sólo para los niños sino también para nosotros. ¡cuánta gente a dejado de leer porque cuando tiene un rato, en lugar de un libro, coge el móvil!
Y, sin embargo, pocas cosas hay más bonitas, creativa, necesaria y reconfortantes, que un libro, una tarde de primavera al sol con un buen libro entre las manos, noches delante de la chimenea con un té y un libro, o compartir libros con amigos, comentarlos y desgranarlos.
Una buena biblioteca en casa es el mayor tesoro, aunque poca gente lo valore y, al final de la vida, vayan muchos a un chamarilero.
Dicen que los libros ocupan mucho espacio, puede ser, y que son caros, eso también. No voy a discutirlo, pero sí diré que una pared cubierta de libros le da sabor a un hogar y crea momentos maravillosos con tus hijos cuando vas recorriendo las baldas con unos y otros buscando el que hoy les pueda apetecer o ayudar.
Y ya, si además, se lo lees tú en voz alta mientras ellos dibujan o cosen o hacen alguna manualidad, entonces has creado una costumbre familiar que quedará grabada en su corazón toda la vida. No sé si eso les ayudará aficionarse a la lectura, pero dudo que olviden aquellos libros que les leíste, aquellas tardes en casa, aquellos versos o aquellas aventuras.
Un libro es un mundo entero por descubrir, pero hay que tenerlo a mano, abrirlo, leerlo y releerlo, comentarlo, compartirlo, rumiarlo. Disfrutarlo sin prisa.
Busca el momento, guarda el móvil y abre el libro.