Un nuevo año, nuevos planes, nuevos propósitos, nuevos retos, nuevas ilusiones…es casi inevitable pensar con el nuevo año en cómo querrías que fuese el año que comienza o qué te gustaría hacer. Un repaso al año terminado, a aquello que salió bien y lo que salió mal, aquello que tenemos que mejorar y donde tenemos que poner más empeño.
Y creo que es importante que revisemos en serio y hagamos propósitos en relación a nuestra familia: cónyuge, hijos, padres, abuelos, tíos…las llamadas y visitas que hemos hecho, las que hemos dejado de hacer. Si hemos jugado con nuestros hijos y les hemos incluido en nuestros planes personales o hemos dado prioridad a nuestro trabajo, descanso y hobbies. Hace falta revisar si nuestro cónyuge ha sido el centro de nuestra vida, si nos hemos entregado en cuerpo y alma, siendo generosos y haciendo crecer nuestro amor.
Conviene revisar si nuestros padres han sido una carga y la atención que les hemos dedicado ha sido mero compromiso o incluso les hemos tratado con desprecio o buscando nuestro propio beneficio.
A fin de cuentas, dedicarle un tiempo sereno y sincero a pensar si hemos sacrificado nuestro yo para darnos generosamente o si nosotros mismos hemos sido el objetivo y centro de nuestra vida.
La familia no es algo accidental, ni tampoco algo que hay que sobrellevar. Nuestra familia puede ser el origen de toda nuestra felicidad porque aunque objetivamente no nos haga felices, nuestra entrega generosa sí nos dará la felicidad.
Cuántas veces somos capaces de hacer enormes sacrificios de tiempo o económicos para ayudar en ONGs, fundaciones, parroquias, necesitados, amigos…pero somos incapaces de dar ese tiempo a nuestros abuelos, hermanos, padres…o lo hacemos de mala gana. La verdadera caridad empieza en casa, empieza en el silencio, en lo que no brilla, en lo escondido. Si no, no es caridad, es egocentrismo.
Ve a visitar a tus tíos, llama a tus hermanos, escucha con interés y cariño a tus padres, haz un puzle con tu hijo. Comienza el año con el propósito de hacer felices a los demás empezando por los tuyos y después sigue con los demás. No cambies el orden porque entonces todo acabará desordenado y sólo en casa eres insustituible.