Hoy es el famoso 8M y no paran de hablarte de “mujer”, de derechos, de igualdad, de equidad… pero quizá lo primero que habría que hacer es preguntarse ¿qué es la mujer?
Pensad en vuestras abuelas, esas mujeres que ya lo han vivido todo, que ya no tienen nada que demostrar ni necesitan quedar bien. Ya lo han vivido todo, ya están llegando a la meta. Y por eso saben quedarse con lo importante. Cuando uno piensa en las abuelas no puede evitar sonreír, porque una abuela es esa persona que siempre se da, que está pendiente de hacer felices a los que ama y todo lo demás le importa muy poco. Son la esencia de lo que es la mujer.
La mujer está hecha para da vida y conservarla cuidándola. Y eso define lo que es. La esencia de la mujer la lleva a darse. La maternidad, la capacidad de dar vida, sea efectivamente madre o no, define su manera de sentir y de ver a las personas, en eso consiste la feminidad. Tiene sus rasgos propios, al igual que la masculinidad tiene los suyos definidos por su rol de padre.
La feminidad lleva a la mujer a mirar al otro en su conjunto, a analizar las cosas mirando hacia atrás y hacia delante, no en compartimentos estancos sino de manera global. Y por eso necesitamos que las mujeres participen en la sociedad y la política, porque aportan esa otra mitad. Si la mujer no participa, entonces la sociedad se queda coja. Hombre y mujer son como los dos ojos de la cara, cada uno tiene su ángulo, diferente y necesario y juntos ven la totalidad.
De la misma manera, en una familia, padre y madre son necesarios, porque cada uno aporta sus rasgos específicos.
No es uno más que otro, son diferentes y complementarios. No dejemos que nos anulen esas diferencias porque entonces perderíamos la riqueza de la complementariedad y saldríamos todos perdiendo.
Hoy 8M, reivindico la diferencia y la complementariedad. Reivindico el papel de la mujer y también el del hombre. Exijo que me dejen ser femenina.