¿Pedacitos de felicidad o la felicidad plena?

Los pedacitos de felicidad que nos hacen sentir estas cosas que hacemos por los demás, no son más que el reflejo del amor de Dios que llevamos en nuestro interior y que mostramos a los demás.

Resulta que el otro día, buscando un canal de radio, me quedé escuchando a una locutora que estaba dando consejos a su audiencia, sobre el hecho que debían de tener todos los días un ratito para ellos, para buscar su propia felicidad. Así que me quedé escuchando, y tal y como me suponía, soltó por su boca una retahíla de tonterías ante lo que no sabía si tomármelo a risa o preocuparme.

Les decía a sus oyentes, que nos pasamos el día entero llevando a los niños al colegio, a las actividades extraescolares, comprando, haciendo cosas de la casa, trabajando, los deberes de los hijos, las lavadoras… y así llega la noche y no hemos tenido un momento para nosotros ser felices. Decía que tenemos que hacer una o dos cosas cada día que nos den “pedacitos de felicidad”.

¿De verdad? ¿No tenemos ni un momento de felicidad en el día? Pues vaya asco de vida ésta, ¿no? Según esta señora, que supongo que tendría buenísimas intenciones con sus consejos, vivimos amargados.

A ver que yo me entere, resulta que la felicidad, según esa idea, que no es que la tenga ella sola, si no que está bastante generalizada, consiste en hacer algo para nosotros mismos que nos haga sentir bien. Es decir, algo propio de la ideología individualista de este estado de bienestar. Eres feliz cuando haces algo para ti que te hace estar a gusto, relajado, de un modo placentero. ¿No?

Por lo tanto, todo lo que estresa, lo que cansa y agota, lo que da problemas, dificultades y sufrimientos, es una enorme carga que quitan la felicidad.

Y claro, a buen entendedor pocas palabras bastan: los hijos quitan la felicidad porque dan muuucho trabajo extra. Con lo a gusto que se está con tiempo libre para hacer deporte, leer un buen libro o ver una película comiendo palomitas. Pero en lugar de eso, los padres parece que nos pasamos el día corriendo una maratón… la meta, es llegar al final del día, sin al menos, perder la cabeza.

Pero es que resulta que esta señora, y todos los que piensan igual, han pasado por alto, que la felicidad depende del estado interior que tu tengas, no de las cosas que te llegan de afuera. Resulta que la felicidad depende de la escala de valores que tengas en tu vida, en qué la buscas. Porque quizás el problema está ahí, en que se está buscando la felicidad en lo que no la da ni la dará nunca. ¿O acaso hacer deporte todos los días da felicidad? No amigos, te puede dar una sensación de bienestar físico, relajación, sentirte en forma… pero ¿de verdad eso es felicidad? Dedicar un rato a la jardinería, pasear por la orilla del mar o salir con los amigos a tomarte una cerveza… ¿de verdad piensas que eso da la felicidad? ¿Te contentas con esas migajas?

Es que resulta que cuando yo llevo a mis hijos al colegio y los recojo, soy muy feliz, y le doy gracias a Dios, no solo por tener hijos, si no porque tienen un colegio. Es que resulta que cuando les hago la comida, lo cual me lleva horas y se la comen en menos de 10 minutos, acabo agotada (cocinar para 7 varones, incluyendo al padre, no es cosa para tomársela a broma), pero me llena de inmensa felicidad. Y así podría seguir largo y tendido… pero no es que me pase sólo a mí esta sensación. No. Esto le puede pasar a cualquiera que se haya dado cuenta que la felicidad está más en dar a los demás que en recibir. En darse así mismo por amor a los demás, que en buscar hacer las cosas para sí mismo.

Porque resulta que los pedacitos de felicidad que nos hacen sentir estas cosas que hacemos por los demás, no son más que el reflejo del amor de Dios que llevamos en nuestro interior y que mostramos a los demás. Pero claro, cuando uno ha perdido la referencia a su raíz, busca la felicidad en tonterías que al fin y al cabo se desvanecen con el tiempo quedando la misma sensación de vacío que se tenía al principio.

Blaise Pascal decía: “La felicidad no está en nosotros, y la felicidad no está tampoco fuera de nosotros. La felicidad está sólo en Dios. Y si lo encontramos a él, entonces está en todas partes”.

¿Por qué contentarnos tan sólo con pedacitos de felicidad pudiendo tenerla plenamente?

Un saludo, la Paz y hasta muy pronto.

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